Lo otro seria hacer alguna, tan solo una, de todas esas cosas de las que uno habla largamente y no lleva a cabo nunca. Desde una publicación a un esporádico grupo de terrorismo poético, son actividades que trascienden a los sujetos como tales de modo que suelen ser más convocadoras, porque en esos casos la amistad es accesoria y lo que está en juego es una cosa mayor. Pero cuesta que los ánimos coincidan. Ahora mismo Julio anda en una época de nihilismo atrozmente divertido que se me anda inyectando eventualmente mientras se queda conmigo en la pieza hablándose a si mismo en voz alta. Pienso en la Betania y en que nunca la he odio quejarse de no tener ganas de hacer cosas. Por el contrario, siempre se ha quejado de los obstáculos, casi siempre económicos o familiares (y eventualmente emocional-amorosos), para llegar a cabo sus cosas. El último recuerdo que tengo de proyectos al voleo es con Bruno en Baños Morales tomando cerveza y pensando en la práctica del terrorismo poético. Ese día dejamos de lado todas las dificultades acerca de cómo aunar gente y la coincidencia de ánimos y la escasez de recursos y en vez de eso acordamos que todo debe partir con un acto individual, de a dos o tres, que corte, que haga el trazo, que prenda la chispa y que, de algún modo, cargue con todo el jaleo crítico que uno anda trayendo. El problema es que ya existieron las vanguardias que el diseño y la publicidad y la arquitectura masticaron y suavizaron. Es el ego de querer hacer algo monumental; pero también es el fracaso histórico de querer obrar la vida cotidiana. Aunque sea un acto mínimo uno quiere quedar fuera. Quedar fuera pero abarcarlo todo de un manotazo. Habíamos pensado en secuestros aleatorios de perros, ensamblarles carteles acá, con un sistema de arneses que incluso habíamos empezado a dibujar, y echarlos nuevamente a la calle como mensajeros. Que el acto mismo sea un contenido es algo que no debería interesar tanto como la posibilidad del contenido explicito que podría ponerse a circular en los carteles. La performatividad como contenido es algo de lo que podrán ocuparse los rumiadores de la teoría del arte. Los rayados callejeros que uno puede ver dejan la vara bastante baja en cuanto a los argumentos mismos con sus rimas y antagonismos añejos. Habría que empezar por ahí, por lo menos para balancear el contemporáneo y excesivo desplante que sigue careciendo de fundamentos. Habría que encontrar la clave entre lo panfletario, lo literario, y la crítica dura. Imagino que valdría la pena intentarlo. Sin embargo, asumo que sería una cuestión meramente satisfactoria, por si misma no serviría de nada, habría que seguirla de más actividades, todas ojalá sin sujeto, en parte para evitar cualquier tipo de problemas contingentes con la legalidad y en parte para evitar cualquier protagonismo o caracterización. El anonimato es una cuestión no sólo de elegancia sino de estrategia, porque lo que se necesita no es engrosar el catalogo de oposiciones locales del individuo con la ley, el estado, el mercado, etc.; lo que se necesita (también) es la critica continua a la vida que posibilita esa ley, ese estado y ese mercado, un hacer critico que competa a cada momento de la vida, una vida en tensión constante que sustente el trabajo paralelo de la política efectiva que, por cierto, yo desconozco absolutamente.
TP
20 marzo, 2009 por Rodrigo Fernández
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Me encanta. Me gustaría participar…
La teoría es excelente.
Si no la has visto, a lo mejor te gustaría pa película de
Los Edukadores. Habla un poco de eso; pero ellos si tienen sujetos…
gah
detenerse en un flujo de gente y hacer yoga, o pilates, o aeróbica. regalarle koyaks a los pacos. tirar en las veredas billetes de la gran capital (de esos que parecen reales) con mensajes escritos.
no es terrorismo, pero cumple oblicuamente el mismo fin: el otro día a la salida del metro irarrázaval, una vieja como de ochenta años ponía ramitas de arbusto ordenadamente sobre un área de cemento fresco. estaba muy enojada, y nadie la ayudaba. parecía una ceremonia muy importante. nos dijo que era para que la gente no pisara, que era una barbaridad que la gente no se fijara y que nadie hubiera puesto un aviso. le ayudé a que quedaran mejor distribuidas las ramitas. eran como las siete de la tarde, y la vieja vio lo que había hecho y entendió que era bueno.
Que lata, sólo leí hasta la “explicación” del terrorismo poético de hakim y de ahí no leí más. No puedo opinar.
Feo guliao tú.
Julio es un conchesumadre buena onda. Él mismo no lo sabe cuando habla para sí.
No se lo vayas a contar.