3.- Explique en general en qué consiste la “situación edípica” postulada por Freud. Explique en qué sentidos esta situación puede considerarse como una tragedia, y qué implicaría creer que es evitable.
“¿Verdad que yo no soy una mujer sofisticada ni
falsificada sino que soy una falsificación verdadera?”
(Enrique Vila-Matas)
En la situación edípica el síntoma operaria como significante. Se trataría de un trauma de tipo sexual e infantil. En un primer periodo Freud habría sostenido como sistema clínico el traer a la cc eso oculto de manera catártica, trabajando para ello el icc mediante las llamativas técnicas que aun hoy perduran en el imaginario del sentido común (marcar lapsus, asociaciones libres, interpretaciones de sueños, etc.). Hasta 1897 creía que el trauma infantil era una experiencia real, pero se dio cuenta de que las ficciones podían generar el mismo efecto que la realidad. Alguien podría contar una escena traumática que de hecho no ocurrió pero cuyas consecuencias psíquicas serian las mismas que alguien a quien sí le ocurrió. La mentira tendría siempre una positividad oculta que habría que escuchar. Y esa seria la nueva clave, pasar de la intervención a la escucha. Dejar hablar al paciente y marcar los lapsus. Porque la situación edípica la sufre el lugar del hijo. Uno no quiere tener sexo con la madre concreta, es más bien un problema en el orden del significante. El trauma es síquicamente real, haya o no ocurrido de hecho eso que se cuenta pues en el fondo siempre hay un relato que crea el trauma. Suele contarse un relato ficcionado que encubre algo aun peor, una escena que funcionaria como síntoma de encubrimiento. Por ejemplo, de una mujer que deseó ser violada. Una cosa terrible que nadie se atrevería a decir en la sobremesa (ni menos en un congreso de feminismo) pero que apunta a algo meramente posible. Una señorita de casa con marido ausente que desea ser penetrada por el jardinero. Es algo posible. Y lo que Freud apunta aquí es que este deseo podría venir a ser recubierto con escenas ficcionadas que a la larga se volverían ficciones verdaderas. A la larga, quiero decir, por esa compleja trama de encubrimientos que tapan este problemático deseo originario. Así y todo, queda el problema de que, vistas así las cosas, uno no podría decir tan fácilmente que los niños quieren tener relaciones sexuales tal y como aun no las conocen. Entonces ¿qué clase de cosa desearía un niño que no está genitalmente preparado? El trauma originario como algo meramente sexual ya no se hace tan sostenible. En cambio, lo que Freud hace es plantear un a medio camino entre lo biológico y lo mental: la pulsión. Este ámbito de objetividad rompería con la dualidad mente-cuerpo y establecería una escena originaria en que el deseo descubre su imposibilidad. Tal escena sería la del traspaso traumático de la pulsión presocial a la cultura. La asociación cartesiana entre sujeto y yo ya no correría pues el icc sería el origen del sujeto: el yo sería un efecto. El problema específico será entonces el deseo indeterminado. Esta sería la base del complejo de Edipo.
Estaríamos hablando de una tragedia que excede a los individuos, es decir, de una tragedia. La realidad de la pulsión sería la familia como mediadora de la sociedad. E insistimos: no se trata de la mami de uno sino de la madre. El placer indeterminado ve reflejada su imposibilidad en el lugar del padre: cualquier cosa que impida el placer es el padre. El niño sospecha que el padre, como poder, tiene un acceso privilegiado al placer. Pero no se sabe qué tipo de cosa es ese poder. Así que sólo se desea ese lugar, ese significante. Se desea ser el padre pero no se es él, se le odia y envidia, se sospecha que su poder puede castigar. Y es esta ambivalencia (padre como ideal y amenaza) la que produce el conflicto interior, la culpa que, a su vez, sirve para introyectar la figura paterna. De aquí surgiría la complejidad del aparato psíquico. Como el placer indeterminado es irrealizable y como el escenario de esto es la estructura familiar el aparato psíquico se complejiza. El niño tiene un problema con la ley como lugar del padre, no con un padre.
El complejo de Edipo es la caracterización de la socialización. En el mito de la horda esto se explica del siguiente modo: hay un padre que rige una organización de hijos trabajadores que canalizan su energía en utilidad y no en placer. El padre tira no más. Puede verse en la zoología que las hembras dan placer. Entonces los hijos derrocan y se comen (introyectan) al padre porque todos quieren el placer del padre. A lugar entonces la hobbesiana guerra de todos contra todos. Los hijos interiorizan las prohibiciones del padre en la figura del comérselo, cuestión que no es sino la cultura y la autorestricción de los impulsos de satisfacción inmediata. Se canaliza la energía en trabajo socialmente útil. El asunto entonces es que no sólo es un crimen contra la autoridad que ejercía el padre sino también contra la libertad pues se reproducen sus leyes, efectivizando la represión mediante la interiorización.
Pero añadamos algo más. En el origen hay impulsos desconectados unos de otros y la espera es displacentera. La guagua en principio no es una y sólo poco a poco se encuentra: el yo ideal es la primera imagen psíquica de unidad que liga esas satisfacciones aisladas. Ante la exigencia uno no puede explicar, uno restringe: no se puede negociar con alguien que no es un yo. Y es esta estructura básica la que entra en el complejo de Edipo: una unidad originaria de satisfacciones inmediatas. La distinción sexual viene culturalmente, no biológicamente. Así es como enfrentamos a la madre como figura de descarga absoluta y como el padre queda bajo la figura de la restricción cultural. Así el amor-odio contra el padre queda como amor-odio por sí mismo: pulsión de vida (Eros) y pulsión de muerte (Tánatos).
Esta tragedia podría ser evitable si se considerara radicalmente la realidad transindividual de lo icc y, en vez del acomodo a la Ley que la terapia haría caso a caso (reactualizándola), podría darse una reapropiación política de ese espacio metapsicológico usando la misma plataforma totalizante de la Ley. Esta vuelta al erotismo generalizado que se tomaría la Ley resulta difícil de pensar cuando es mi icc el cual tiene el conflicto. Por eso es importante afirmar tanto la realidad genérica de lo icc como cierto correlato histórico de dominación.
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6.- Explique las razones que da Freud para introducir sus dos principios en “Formulaciones sobre dos principios del acaecer psíquico”. Explique qué entiende Freud por “Principio del Placer” y por “Principio de la Realidad” en este texto.
“Los juegos imposibles que olvidaron sus reglas
Los juegos olvidados que imposibles sus reglas”
(Enrique Lihn)
Uno no está neurótico, uno es en la neurosis. Los sueños, los actos que aspiran al placer, los desplazamientos que lo retrasan, la atención, todo funciona en torno a la enfermedad posibilitante que somos. Para el psicoanálisis una enfermedad sería un síndrome como conjunto de síntomas cuya labor es dificultar la elaboración conciente de un episodio sexual traumático de la infancia (haya existido éste de hecho o no, sucede aquí que el modo de elaborar ficciones contiene una racionalidad que, a la larga, oculta una escena originaria que, ahora si, podría no tener nada que ver con una experiencia concreta sino más bien con el traspaso traumático de la informe y general eroticidad infantil a la genitalidad socializada). Y eso oculto ocurriría en el inconciente, el cual gozaría de su propia racionalidad. De este modo es que la realidad aparece insoportable para el neurótico quien se ve impelido a rechazar ciertas parcelas de la realidad objetiva. En tal sentido, y pensando ontogenéticamente en la evolución de un recién nacido, la representación alucinatoria de la realidad jugaría un papel predominante en el equilibrio del aparato psíquico con su entorno: ya sea alucinándola o sustituyéndola por un berrinche la satisfacción ansiada no entraría en conflicto con el mundo exterior. Eso hasta la aparición del principio de realidad. El mundo exterior comienza a aparecer aunque sea desagradable, el niño ya no se siente una totalidad viviente sino que, mediante los choques con la realidad exterior y con los otros comienza a constituir su individualidad. Los órganos sensoriales se especializarían así en la anticipación y la recolección adecuada de los datos exteriores. No sólo se trataría de la capacidad de suprimir el displacer sino de fallar respecto a la objetividad de lo real comparando con las huellas mnémicas.
Pero antes de avanzar, detengámonos en este punto. Estamos diciendo que el mundo habría sido originariamente interpretado por sobrevivencia: desde los primeros bípedos que asociaron ciertos sonidos en la oscuridad de la noche con ciertos animales salvajes (reteniéndolos y reproduciéndolos luego) hasta la vivencia moderna del mundo como algo que ha traído desde siempre sus leyes y su regularidad. Nietzsche, por ejemplo, saca unas consecuencias extremas de esto fisiologizando la filosofía al punto de interpretar su época como un conjunto de creencias, ciencias, religión, etc., que le sacan rendimiento a la vez que encubren el hecho fundamental de la perdida del Valor. El problema aquí ocurre cuando se hace la identificación inmediata entre verdad y necesidad. Nietzsche suele razonar así: “era necesario para sobrevivir, luego es verdad”. La gente común haría esto y las distintas instituciones cristalizarían y estrujarían a su favor estas verdades. Sin embargo, sucede aquí que se cierra la posibilidad a verdades no volitivas y se deja a lo universal siempre como una sospechosa suma de voluntades de poder que en cualquier momento estallan. Por eso es que leer a Nietzsche es sólo bonito, sobre todo si uno va en colegio católico y tiene 16 años. O en otras palabras: no basta con pensar conspirativamente y establecer tras cada tragedia o sistema de enajenación un cálculo anímico de los que van ganando (aunque sea cierto). No basta, digo, si uno quiere dejarse de filosofías de la imposibilidad, de la indecibilidad, de la denuncia espectacular y en cambio pensar en una voluntad historizada que puede dar argumentos que la trasciendan, que trasciendan esa –desde Nietzsche insuperable- individualidad apetente de acrecentamiento.
Retomemos entonces el hilo: el aparato psíquico funciona (o coincide) con los procesos primarios que caracterizan a la neurosis, a saber el principio de realidad y el principio de placer. El pensamiento quedaría como el lugar en que el aplazamiento de las descargas podría sacar su rendimiento. Es decir, si antes el horizonte de lo pensado refería a lo icc y no requería mayor complejidad en los modos de representarse la satisfacción o la insatisfacción relacionada con un mundo aun estrecho, ahora en cambio se hacen necesarias nuevas aptitudes. Lo que antes eran sólo movimientos internos ligados al principio del placer ahora cobran la nueva función de la acción. En el mismo sentido la atención y la memoria serian un claro ejemplo. No así el fantasear que se resiste y queda como soporte para los sueños diurnos.
Sin embargo todo esto no ocurre de una vez para siempre. Freud describe así el relevo del principio de placer por el principio de realidad: ocurre que primariamente es el autoerotismo el que impide la frustración y, luego, cuando se produce el hallazgo de objetos (cuando la guagua comienza a notar los limites de su cuerpo, la corporalidad de la madre, la exterioridad de los objetos) acontece un periodo de latencia, es decir, de demorar la chocante constatación del mundo externo, cuestión que en términos pulsionales se traduce al postergamiento del desarrollo sexual hasta llegada la pubertad . De esta manera el autoerotismo y el periodo de latencia funcionan como momentos de formación en los cuales la pulsión sexual no puede sino sustraerse al principio de placer. Asimismo las pulsiones yóicas quedarían ligadas a las actividades de conciencia. Ocurre específicamente que el autoerotismo permite la continuidad de la satisfacción sexual en oposición a la satisfacción con aplazamiento y esfuerzo que conllevaría el principio de realidad. Así “la represión permanece omnipotente en el reino del fantasear”, la represión del displacer por supuesto, pues parte importante de la neurosis tiene que ver con este tipo de condiciones de retrasar la aceptación de la realidad.
Como se ve este retraso racionalizado del placer, esta atención en el mundo externo y sus condiciones, no significa el paso de un estado a otro sino un nuevo modo de asegurarse el cumplimiento El principio de realidad es la socialización del principio del placer, su acomodación en una civilización que funciona con recompensas, con periodos de abstinencia productiva o de pulsiones sublimadas en trabajo útil que luego tendrán su premio. En este punto Freud menciona el rendimiento religioso específico de la renuncia en vida para la satisfacción en un más allá: una idea para nada descabellada si consideramos la base psíquica que hemos descrito hasta aquí. Llegado el momento en que la civilización comenzó a requerir ya no solo la fuerza de trabajo sino la concentración y el compromiso subjetivo (sobre todo desde la aparición de la línea de montaje y las fallas globales a partir de errores locales) se hizo necesaria una economía del placer cada vez más compleja en sus modos de dominación, es decir, se establecieron consensos acerca de las cantidades de represión necesarias para mantener a la sociedad sin anular completamente el equilibrio pulsional del individuo. Pero se establecieron según las necesidades que iban surgiendo en la tecnologización y puesta en red de los modos de producción Así, la capacidad adquisitiva de objetos con humanidad cosificada fue vivida en un inicio como la posibilidad sustitutiva de asegurarse el cumplimiento de las pulsiones aceptando previamente la partición de la vida en momentos consensuados de trabajo y vida privada. La naturalización de la coincidencia entre la dominación subjetiva de los modos de producción y el principio de realidad históricamente aceptable vendría a ser –y no se si Freud me acompañe en esto- la actualización constante de un excedente de represión, o en otras palabras, creo que el horizonte de dominación está siempre anticipando y soltando pequeñas cuotas de agrado que vuelven tautológico al deseo y encubren un excedente de represión originario que no seria sino el encubrimiento de un hecho traumático: nunca establecemos los limites del principio de placer. La economía libidinal es tomada como mera naturaleza de manera que siempre se puede subir un poco más el nivel de la represión, total, desde el otro lado la multiplicidad de satisfacciones promete el mismo o mayor nivel de exageración en su oferta. O como lo dicen orgullosos algunos: el hombre es un animal de costumbre.
Según Freud el arte gozaría de ese lugar privilegiado en que ambos principios se confunden o por lo menos se salen de la represión históricamente establecida. El artista se volcaría en su producción sin restricción alguna y traería de vuelta un producto socialmente aceptado por el principio de realidad. Pero siempre se volverá sobre una represión establecida anteriormente. Individualmente el artista quizá viva esta fusión, sin embargo el uso suntuario de sus productos es un rendimiento que tiene que ver con el principio de realidad, cuestión que por supuesto no quita que desde esta imposibilidad se desprenda la posibilidad del arte. Freud lo pone así: “Sólo puede alcanzarlo (esta fusión) porque los otros hombres sienten las misma insatisfacción que él con esta renuncia real exigida, porque esa insatisfacción que resulta de la sustitución del principio de placer por el principio de realidad constituye a su vez un fragmento de la realidad objetiva misma.”.
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Sigmund Freud,
Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico. p. 227.
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