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Archive for enero 2010

Me planto en el Word con la sensación imbécil de estar a punto de hacer algo, al final del día, como si esto fuese una especie de práctica privilegiada, la construcción de un objeto incuestionable y transparente para si mismo. Le dije a la Betania que sentía que en la noche tenia que ajusticiar el día, eso le dije ayer, y la echo de menos, tendría ganas de hacer más cosas si ella estuviera haciendo sus cosas aquí cerca. Da igual cómo se llame eso y la pertinencia que tenga dentro del complejo cuadro en el que estamos insertos. Quiero tan pocas cosas de verdad que ya no sé negármelas. Esta justicia nocturna es una cagada. Me duele la cabeza. El viento se ha olvidado de que tiene que venir a reparar las temperaturas de los cuerpos. El rechinar de los dientes ha vuelto. ¿De qué se trata esta guea de apretar los dientes de abajo contra los de arriba ahora mismo incluso mientras escribo? Me concentro, dejo la boca abierta, diez segundos, trato con la lengua entremedio a modo de separación, un minuto a lo más, pero nada, vuelvo a rechinar los dientes. Que se vaya a la mierda el cuerpo y sus mensajes en clave. Echo de menos tantas cosas. Pero es mi culpa. La voluntad va rodando en una pendiente de calor y desgano y heme aquí describiendo la pendiente, los baches, como un turista que quiere volver a su casa, a lo conocido y simple. Pero la casa hay que buscarla, eso me anima, tener que ir a Santiago, visitar a los amigos, buscar una casa, ir al cajón del Maipo, aunque nadie del taller quiera, por último o por primero, pasar un fin de semana como beatnik, jugar a hacer land art, y ver si se aclaran un par de cosas, sí, es lo único concreto, acá mis pasatiempos ya expiraron.

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ni una gueá

Nada, ni una gueá, ni viento que entre por las cortinas tiesas como telarañas, ni ganas de ponerse conectado en el msn, ni de leer, ni. Duermo una siesta. Al despertar no sé en cuál de las tres pieza estoy y me quedo en eso unos minutos a ojos cerrados. Miro para afuera: a esta hora nadie pasa, están todos guardados. Me llaman pero no tengo ganas. Cualquier actividad trae su nefasto “y luego qué”.

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Ibrahimovic

Soñé que estaba en una disco sentado en el suelo mirando a unos tipos que estaban chuteando una pelota, así como antes de empezar el partido, cuatro tipos en un rombo probando precisión en los pases, con ambientación discotequera. Algunos siguen el ritmo de la música mientras esperan el balón. En vez del baile el espectáculo es eso. Feli es uno de ellos y yo desde el suelo le grito cosas de barra de futbol. Uno cánticos típicos, con entonación argentina típica, pero relacionados con la insistencia de seguir escribiendo, Mis pies están bajo el nivel del suelo como si el cemento fresco se hubiera endurecido conmigo allí dentro. Cuando pretendo pararme al baño me doy cuenta de que estoy atrapado ahí. Así que hago como que estiro los brazos, las piernas, bostezo, para hacerlo todo más creíble, y vuelvo a sentarme: intuyo que si ven que estoy enraizado allí me harán algo malo. Al costado, en la barra, está Slatan Ibrahimovic, sirviendo tragos con una destreza imposible. Trato de avisarle a Feli que está este importante futbolista en la barra, pero hay mucho ruido, y opto por bajar, siempre pudo bajarse, era cosa de sacudir los pies, lo que no se podía era subir, entonces me dejo caer y es como tirarse parado en jalea, en una jalea que asusta porque no termina nunca.

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ivan

«Así que me miro un rato las ojeras en el espejo sucio de gotitas de pasta de dientes y vuelvo a mi burbuja cúbica de calor o fiebre. Podría mirar las gilipolleces ajenas en Facebook. O podría abrir el Word y escribir algunas propias. Pienso en Saroyan. Pienso en Carver. Pienso en Ford. Y me doy vergüenza. Y ése es el sentimiento del que intento huir al poner en marcha el reproductor de música y sumergirme en la inofensiva posmodernidad de mi muro, los de mis amigos y los de gente que ni siquiera conozco. Y me siento tan en el primer mundo… Relleno uno de esos estúpidos tests virtuales. Con qué celebridades vivas o muertas te gustaría emborracharte. Pongo el primero a Bukowski porque es el único que añado sinceramente a la lista. Aunque supongo que nadie se preguntará Por qué cuando lo vea por la mañana en su pantalla. Tan en el primer mundo. Es más importante salvarle la vida al gato atropellado, caído, pateado o nada más que abandonado que lleva cinco minutos quejándose sin tristeza ni miedo en algún lugar de esta calle, simplemente quejándose como el animal que es. Así que no tarda nada en llegar una camioneta del servicio de animales municipal. Y me siento tan en el primer mundo… Cuando el hombre se tumba sobre el asfalto sucio y mete medio cuerpo debajo de un coche para salvar a un gato herido. Cuando una mujer y su hijito aplauden desde su ventana el éxito de la operación de rescate. Tan en el primer mundo.»

«Sin tan siquiera fantasear con la idea de que si viviera en USA podría odiar también a la gente con casas con jardín y con tartas de manzana en la ventana y con rancheras con puertas de contrachapado y con perros llamados Skip y con rifles bajo la almohada. Podría odiar a los hiphoperos del cuarto mundo rellenos de crack. Y a los gerentes de motel rancio de superautopista. Y a los brokers y a los vaqueros analfabetos y a las patinadoras de Malibú con sus piernas intocables. Y entonces escribiría mejor. Mucho mejor. Y tendría más posibilidades de que un tarado llegara a ser el mandamás de una editorial de medio pelo y de que debido por una parte a su cociente de borderline y por otra a mi exótico nombre europeo decidiera publicarme algo. Porque aquí todo es light. Jodidamente light. Desde las armerías hasta las editoriales, pasando por la tristeza, la felicidad, la mediocridad, el éxito, el fracaso, el amor e incluso la violencia de la gente»

(http://ivanrojo.wordpress.com)

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35° C

Unas cámaras de refrigeración se queman en el Unimarc. Eso dicen por la radio. Me pregunto cómo es posible algo así. Anuncian también a las distintas modelos, actores y personajes de la televisión que visitarán las discotecas de Curicó el fin de semana. Ya ni me pregunto cómo es posible algo así. Quizá la fusión de ambas noticias seria mucho más agradable y provechosa para la sociedad, pero seria mucho pedir. Escucho desde el baño mientras termino de secarme. Dormí como cinco minutos pero las moscas y el calor no me dejaron. Bañarse es casi lo mismo. El mismo efecto despajerizador. No tengo ganas de salir a trotar. Me afeito porqué sí, para que la cara se vea menos cavernícola, para ver los pequeños pelos irse por el lavamanos, para oler a aftershaves ante mí. En la tarde no pude leer más de media hora. Lo que hago es saltar de géneros pero hoy no ha dado mayor resultado pues sigue pareciéndome bien fome casi todo lo que me he traído para leer. Retomé La literatura y el mal de Bataille pero las primeras páginas, además de traer estúpidas anotaciones con una letra desproporcionada en los costados, vienen con la última palabra de cada línea cortada. Obviamente uno intuye de qué palabra se trata en cada caso, pero de todos modos me aburro, que la transgresión, que el amor es la verdad de la muerte, que el mal es el mejor medio para expresar la pasión, ya, bien, puede ser, pero no estoy para esas cosas. Vi un stand up comedy de Kevin Smith, eso hice, matando moscas e individualizando en cada una de sus muertes un pequeño triunfo sobre este calor de mierda. Un matamoscas que sólo tiene la mitad de superficie disponible para asesinar debido a la furia con la cual es usado. Ahora son las ocho treinta y acomodamos cosas en el refri con mi mamá que ha llegado hace poco. Y no sé qué hacer. Tomar once, claro, ¿pero y luego?

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sueño de otro

» (…) Santiago y Buenos Aires están al lado, separados sólo por un río. En Buenos Aires está Álvaro Escobar, en una universidad. Me dice que tiene que asumir un cargo en el gobierno. Al parecer, no es vampiro. Me dice que lo lleve a conocer el palacio. Le muestro los subterráneos, pero hasta el menos 5 no más. él quiere seguir bajando, yo me devuelvo (…)»
(F.K.)

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sala de espera

Se echa viento todo el rato. Apenas llegó tomó una revista y comenzó a echarse aire. Lleva una camisa blanca a rayas, es gordo y está sentado como si fuera a pararse en cualquier momento, me quedo atento a su respiración lenta y pesada, pero creo que nota mi propósito pues hasta he dejado de leer, con el libro abierto y con los ojos detenidos, este hombre no ha mirado a ninguno de los presentes desde que llegó, quizá sienta vergüenza de tener tanto calor, yo ya me he aclimatado y me pregunto si me veré asi al llegar a lugares atiborrados de gente, van diez minutos y sigue dándole a la revista, algo raro tiene este hombre. Así que estoy allí esperando que mi hermano sea atendido. Comienza a llegar más gente de la cuenta pero me hago el desentendido y sigo releyendo Catedral de Carver. Están mirando la tele pero no la siguen, estoy seguro de eso porque está en el Disney Chanell y son adultos. Yo me aburro de leer, dejo el libro encima, y me dispongo a mirar todo con aburrida atención. Suelo oscilar entre la timidez y el descaro pero ahora me han dado ganas de mirar las caras y las ropas y las maneras de esperar y los tick así como si fueran una extensión de las revistas y demaces utensilios de espera. Mi hermano me llama y entro. Quizá no tenia que entrar. Me miran las doctoras, dentistas, ortodoncistas, ayudantes, lo que sean. “¿Esta todo bien?”, digo. Y por supuesto que está todo bien. Bromean acerca de la valentía y la cobardía de mi hermano, invariablemente, la labor de un dentista de niños es hacer una broma de cada una para así en el fondo no decir nada acerca del carácter del niño en cuestión. Salimos de ahí. Alcanzamos a pulsar el botón de cerrar el ascensor justo antes de que entren unas señoras que ven nuestras risas .

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Comemos solos con mi hermano. Pongo la mesa en 15 segundos exactos, un paño para limpieza general, dos vasos, el jarro con jugo helado, y los dos platos. Caliento mis porotos y para él tallarines con huevo. Vemos las noticias. Ya ha asumido que la hora de almuerzo es la hora de las noticias (y no la de Ben 10) y, más que eso, es la hora en que dialogamos en voz alta con la tele. Ahora, por la repetición de este ejercicio de ciudadanía casera, mi hermano repite todas las denostaciones que hemos soltado en contra de Piñera y las pobres gentes que vacilan el cambio como canutos en éxtasis. Así que le explico que el odio está bien, perfecto para nuestra época llena de cuidados y respetos de doble filo, pero debe buscarse sus propios argumentos. Ayer pasaron unas camionetas con banderas por el pasaje y soltamos los correspondientes “¡Cállense chuchasdesumadre!” una cuestión totalmente justa si nos detenemos en la horrible alegría y en lo penoso de sus identificaciones. Como si la vida les fuese a cambiar. Hay mucho de sentido común católico en esas pobres gentes que celebraron ayer como si ALGO HUBIESE PASADO EN SUS PROPIAS VIDAS. Vi incluso gente llorando. “Llevábamos 20 años esperando esto”, “Ha vuelto la democracia”. Lo único bueno que puede salir de esto, a largo plazo, es una revuelta social de proporciones, una cohesión de la izquierda y de los sectores marginados, lo cual puede ser coyunturalmente útil, pero ya sabemos que la mera oposición al enemigo común no basta: todos se vuelven heroes provisorios y despues qué. En cualquier caso, si la derecha es consecuente con lo que ha sido hasta el momento, tendrán lo suyo.

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730 am

Un bombazo. Un sonido desconocido. Decisivo. Fuerte. Completo. Un estallido de algo. Salto de la cama, miro hacia todos lados. Lo primero que imagino es que ha explotado el gas o, no sé, que el levantamiento contra Piñera ha comenzado. Me encuentro con mi mamá en el pasillo. Son las siete y media de la mañana. Pero no ha sido nada aquí en la casa ni en ninguna casa vecina. Salimos a la calle y es sólo un camión al cual le ha estallado una rueda. Ni siquiera se ha volcado. Sólo la explotó la rueda. Un sonido absolutamente desconocido para nosotros. Por eso el susto.

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y vi la nana y eso

Aburre no saber qué hacer. Aburre el mismo modo del aburrimiento. Aburre, sobre todo, tener que partir escribiendo esto. Pero es esto o nada. Y no escribir no es una opción. Estas últimas tardes, casualmente después de llegar de Santiago, no han tenido nada que ver con las anteriores. Si no fuera por las siestas me volvería loco. Pero vamos al cine de la católica a ver La Nana. Parece que es buena, como todos dicen, o sea, estoy ahí, la veo de corrido sin pensar en qué tengo que llegar a hacer, y a ratos me río, claro, cuando no me frena la vergüenza de que todos hayan estallado en una carcajada comunitaria por una cuestión irrisoria. La gente acá es bastante impresionable, hay mayormente señoras, se nota que no van mucho al cine.

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(…)
He dejado un poquito de la ventana abierta para mirar la calle. A veces asusto a los perros que van pasando. Tengo una botella con agua aquí al lado. Y un café. Hay, también, a mi derecha un cerro de libros y fotocopias de los cual es no sabría escoger ninguno: todos están a la mitad y no sé, nada me llama mucho la atención por estos días. Sólo quisiera leer un Vila-Matas, o Levrero, o, en general, libros que no tengo aquí. Lo mismo con las películas, otro cerro de devedés pero ninguna elección. Vimos año uno con Panchito recién, acaba de cumplir diez años, ya deberíamos decirle pancho, pero algo, alguna fuerza extraña, lo impide. En la tarde fuimos con él y mi mamá a una comida chatarra, la esperamos en una banca, le vimos pasar balbuceando algo, pensando en voz alta quiza qué cosa, es raro ver a tú mamá sin que ella sepa, y más aún pasar por la calle balbuceando, es como verla de verdad verdad, pasó de largo y ni nos vio, así que la agarramos por atrás y simulamos asaltarla. Hace años que no hacia esa estupidez.
(…)

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“Si el hombre sólo puede vivir una vida es como si no viviera en absoluto”

“Una belleza no intencional. Sí. También podría decirse: la belleza como error. Antes de que la belleza desaparezca por completo del mundo, existiría durante aún durante un tiempo como error. La belleza como error es la última fase de la historia de la belleza.”

“Entre los hombres que van tras muchas mujeres podemos distinguir fácilmente dos categorías. Unos buscan en todas las mujeres su propio sueño, subjetivo y siempre igual, sobre la mujer. Los segundos son impulsados por el deseo de apoderarse de la infinita variedad del mundo objetivo de la mujer.
La obsesión de los primeros es lírica: se buscan a sí mismos en las mujeres, buscan su ideal y se ven repetidamente desengañados porque un ideal es, como sabemos, aquello que nunca puede encontrarse. El desengaño que los lleva de una mujer a otra le brinda a su inconstancia cierta disculpa romántica, de modo que muchas mujeres sentimentales pueden sentirse conmovidas por su terca poligamia.
La segunda obsesión es épica y las mujeres no ven en ella nada conmovedor: el hombre no proyecta sobre las mujeres un ideal subjetivo; por eso todo le resulta interesante y nada puede desengañarlo. Y es precisamente esa incapacidad para el desengaño la que contiene algo de escandaloso. La obsesión del mujeriego épico le produce a la gente la impresión de que no se ha pagado nada a cambio de ella (no se ha pagado con el desengaño).
Debido a que el mujeriego lírico persigue siempre al mismo tipo de mujeres, nadie se da cuenta de que cambia de amantes; los amigos le crean permanentemente conflictos porque no son capaces de diferenciar a sus amigas y les atribuyen siempre el mismo nombre.
Los mujeriegos épicos (y por supuesto que Tomás es uno de ellos) se alejan cada vez más, en su búsqueda del conocimiento, de la belleza femenina convencional, de la que se han hartado rápidamente, y terminan indefectiblemente como coleccionistas de curiosidades. Saben que lo son, les da un poco de vergüenza y, para no poner a los amigos en aprietos, no suelen salir públicamente con sus amantes.”

“Fue en 1980 cuando pudimos leer por primera vez, en el «Sunday Times», cómo murió lakov, el hijo de Stalin. Preso en un campo de concentración alemán durante la segunda guerra mundial, compartía su alojamiento con oficiales británicos. Tenían el retrete en común. El hijo de Stalin lo dejaba sucio. A los ingleses no les gustaba ver el retrete embadurnado de mierda, aunque fuera mierda del hijo de quien entonces era el hombre más poderoso del mundo. Se lo echaron en cara. Se ofendió. Volvieron a reprochárselo una y otra vez, le obligaron a que limpiase el retrete. Se enfadó, discutió con ellos, se puso a pelear. Finalmente solicitó una audiencia al comandante del campo. Quería que hiciese de juez. Pero aquel engreído alemán se negó a hablar de mierda. El hijo de Stalin fue incapaz de soportar la humillación. Clamando al cielo terribles insultos rusos, echó a correr hacia las alambradas electrificadas que rodeaban el campo. Cayó sobre ellas. Su cuerpo, que ya nunca ensuciaría el retrete de los ingleses, quedó colgando de las alambradas.”

“El kitsch provoca dos lágrimas de emoción, una inmediatamente después de la otra. La primera lagrima dice: ¡Qué hermoso, los niños corren por el césped!
La segunda lágrima dice: ¡Qué hermoso es estar emocionado junto con toda la humanidad al ver a los niños corriendo por el césped!”

“Nadie lo sabe mejor que los políticos. Cuando hay una cámara fotográfica cerca, corren en seguida hacia el niño más próximo para levantarlo y besarle la mejilla. El kitsch es el ideal estético de todos los políticos, de todos los partidos políticos y de todos los movimientos.”

“Y lo principal: Ninguna persona puede otorgarle a otra el don del idilio. Eso sólo lo sabe hacer el animal, porque no ha sido expulsado del Paraíso. El amor entre un hombre y un perro es un idilio. En él no hay conflictos, no hay escenas desgarradoras, no hay evolución. Karenin rodeó a Teresa y a Tomás con su vida basada en la repetición y eso mismo era lo que esperaba de ellos.”

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No me llamaste después de CSI. Ojalá que haya sido por que te quedaste dormida. De otra manera no lo entiendo porque siempre me llamai después de CSI. Además, justo este capitulo es de los que no había visto. Aparecía un gueon en una moledera de carne. Y, no me voy a poner a contarte toda la guea pos. Me quedé al lado del teléfono, pero después fui a tender la ropa no más. Siempre es difícil llevar la ropa de la lavadora al patio. Aparte de que no hay luz, y son las tres de la mañana, cuesta colgarla, se cae, porque me enrollo la más ropa posible en los brazos y el cuello, para no tener que ir varias veces a buscar a la lavadora, es bien tonto por que en realidad hay cosas que ameritan varios piques, pero mientras lo hago no pienso así, y los calcetines se me caen en el camino, y, a veces, los encuentro al otro día en el patio, botados, por que ya te dije que no hay luz, entonces si se caen no los veo, pero si se cae una polera blanca si la veo, por la luz y porque, claro, uno se da cuenta del roce de las cosas al caer, y las poleras son grandes y pesadas, por que están húmedas, en cambio los calcetines cuando se caen se caen como células muertas y uno no se da ni cuenta.

Dijeron que mañana va a llover. Ojalá despierte cuando este recién empezando a chispear, ojalá no despierte con ese sueño pesado y traspirado que hoy día me hizo hacer todo lentamente: vestirme, tomar agua, saber que echar a la mochila; en fin, ojalá despierte no más, como cualquier día, y que llueva o no, y que haga todo lento o no, da lo mismo, si ni siquiera quería decir “ojalá”, y lo único que pasa aquí (si es que acaso pasa algo) es que me cuento el mismo cuento siempre.

Ya, me despierta el temblor, no la lluvia, y tengo un hambre que no sé corresponde con mis actividades, un hambre de haber hecho ejercicio, no se, quizá gasto mucha energía durmiendo, u ordenando la pieza, recogiendo basuritas del piso, sí, eso debe ser. Corre un buen viento. El suelo ya está seco. O sea que no llovió mucho. O sea que todavía puede seguir lloviendo. Salgo a mirar la calle y entra el perro y al rato ya quiere irse. Yo creo que ni él sabe porqué entra aquí. Estoy seguro de que, a cualquier casa que entrase, el solitario habitante -porque de preferencia uno deja entrar a los perros cuando está solo- se sentiría escogido por la naturaleza que vive en el perro. Luego del temblor llama Feli y le digo que mejor ni me cuente si tiene buenas ocupaciones hoy día. No seria bueno saber, por ejemplo, que va a ir a jugar P2 con bruno, o que hoy es la premiación de los cuentos del metro. Pero se quedará leyendo no más, y eso me contenta. Ahora voy a ir comprar más zanahorias y ese tipo de cosas, y de pasá voy a aprovechar a mandarte esta cuestión. ¿Tembló bacán allá?, ojalá hayai pensado que era el fin del mundo, o esa hecatombe que mostraban en el Discovery. ¿Sabiai que ese tipo de cosas tienen que ver con lo sublime? Lo sublime es lo irrepresentable para nuestra sensibilidad. Si lo bello nos atrapa en la contemplación lo sublime nos arroja en lo informe. ¿Bacaaaan? Y eso que Kant no vio el día de la independencia con guil smit.

Un asco lento por la garganta. La casa cochina después de un fin de semana de carrete de esta niña. No se siente bien este no saber dónde chucha poder estar tranquilo. Acabo de llegar, alguien durmió en mi cama, alguien se comió mi arroz amarillo de curry flaite, alguien usó mi toalla, y no soy ninguno de los tres osos de mierda de la fábula esa. Anteayer conseguí dormir algo, con migas de pan en la oreja presionadas con una bufanda amarrada, escuchando intermitentemente a un tipo que se ha esforzado por llegar a ser lo que es y que ha matado a tres personas y que es muy pero muy osado para todo. Supongo que con eso ha conseguido encamarse con mi estúpida vecina de pieza. Parece que estaban jalando así que eran la insistencia de decir cualquier cosa de corrido. Eso anteayer, hoy no digo nada y limpio mi pieza, me baño, ordeno. Es domingo y no hay fútbol. Se viene el dieciocho y ya sé de qué se tratará esta casa de mierda. Necesito encontrar otro lugar esta misma semana, largarme a la casa de alguna viejita que arriende una pieza, cerca de un parque, en un barrio tranquilo.

(2007)

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y acá la lluvia

Despierto y están pasando la nana. En algún momento desplegaron una pantalla plana. Nunca había visto tal calidad de imagen dentro de un bus. Veo unas cuantas escenas, pero me duermo. Despierto de nuevo, abro las cortinas: un horizonte negro nos espera, un marcado techo de nubes densas y oscuras comienza a acercarse. La gente del bus comenta cosas esperables. Por suerte llevo pantalones en vez de chor. Uso la sucia humedad del ventanal para mojarme la cara y darme un anticipo de lo que viene. Entonces llegamos. Llueve tupido y la gente pasa casi trotando, con alegre complicidad. Cubro la mochila llena de libros que llevo en el pecho como un canguro, la cubro como si algo vivo fuera allí dentro, el resto da lo mismo, dejo que el agua escurra, ni siquiera me apuro, llego aquí empapado, entro por el patio, desembarco, huele bien, casualmente hay comida de invierno, una especie de cocimiento, un perfecto simulacro invernal..

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viva el cambio

1
A mi lado un tipo con una radio de mano va cambiándole al dial con insistencia. La radio es de forma ovoide, como forzando ser algo más complejo que una simple radio. Al igual que a su usuario, sólo la miro de reojo. Voy como tratando de dormir pero no digo nada, asumo que algo lo hará volverse razonable, o que el auxiliar le dirá algo. Cuando le sube el volumen abro los ojos molesto. Miro para afuera como si no quisiera dormir por decisión propia. El tipo lleva ropa deportiva de marca y tiene una cara filosa. A ratos estoy a punto de decirle algo, formulo la frase adecuada en mi mente, pero para cuando la tengo lista ya hemos llegado.

2
Es imposible saber por dónde partir. Encontré unas cajas en el camino, me di cuenta de que tengo bastantes mochilas, supongo que cabrá todo, pasan algo sobre Paulinho Moska en la tele, sólo tengo una leche y duraznos en el refri, me quedo largo rato mirando la pieza como si debiese sentir algo especial, pero no pasa nada, es un lugar más, sacaré mis cosas y quedaran tablas y murallas. Siempre odié el color verde claro de la muralla. Pero nunca hice nada porque siempre iba a irme. Me pongo a ver qué boto y qué embalo y obviamente termino leyendo cada papel que encuentro, revisando cada lápiz, hojeando cada libro, y aplazando el desechamiento de añejos discos de punk rock adolescente. Noto que no tengo cajas suficientes. Decido hacer lo que siempre me había dicho que haría algún día: botar todas las carpetas con fotocopias de sociología (3 años de fotocopias dispuestos en tres rebosantes carpetas) y también las de filosofía (4 años y contando) Salgo a comprar bolsas de basura. Pero me equivoco y termino comprando unas pequeñas bolsas de basura que, de todos modos, tienen la gracia de traer unas cómodas amarras rojas. Terminan siéndome útiles y logro meter todo en unas cuantas cajas, bolsas de basura y mochilas. Viernes y sábado así. El sábado desarmé la cama, violentamente, algo malo había en los tornillos esos, además, sólo disponía de un cuchillo para desarmar. Lo más difícil fue descubrir para qué lado se desatornilla. Mi intuición me decía que para la izquierda, pero no me hice caso sino hasta que descubrí que no zafaba porque estaba apretando. Apliqué un temblor generalizado a las tablas para que supieran quién manda. Y ahí funcionó. Dormí con el colchón en el suelo, rodeado de mi pieza compactada y apilada. (Y las humitas estaban ricas ricas, gracias)

3
El sábado en la noche tomamos. Primero con el edu, luego llegó f, más tarde f, y al final b. Algo se puso raro y me caí encima de una pala, fue una reacción en cadena a otro suceso que no recuerdo pero que tiene que ver con fuego. Descubrimos al otro día un pequeño forado en la puerta también. Algunos moretones. El suelo miserable. Y yo mismo, también, moribundo. Pero esta vez hay un beso de despedida y no me quedo dudando entre la reja y ella. Un poco de verdad dentro de la borrosidad. Vuelvo a vomitar. En plegaria hacia lo que sea. Quizá debería haber tomado así para año nuevo. Voy lento. Limpio lentamente el living. Me recuesto en la cama como si fuese un pobre anciano o algo hecho de partes mal ensambladas. Estoy débil de todas partes. Si me quedo quieto todo se pone malo. Camino lentamente al super. Una gatorade roja. Un yogur de papaya con trozos de papaya muy helado. Perfecta combinación. Me hago creer que son la cura para esta grave enfermedad. Feli llega, lentamente también, es bueno ver a alguien en similares condiciones y burlarse mutuamente, no es que cuide mi reputación pero creo haber tenido en el año sólo unas cinco cañas así. En el año 2009, por cierto. Así que ahí estamos, hemos decidido esperar a Nico abajo, sentados en el borde de ese bar de al lado que está cerrado, como si fueramos maleantes, estamos provistos de una botella de agua, quiza parezcamos maleantes. Dejamos caer agua desde la cabeza hacia abajo. A un par de perros les parece interesante y se nos vienen encima, como si estuviésemos jugando, uno trata de morderme la cara, de broma supongo. Hemos bajado lentamente mis cosas en espera de Nico y su camioneta. Feli me ha traído un huevo duro que dejamos en la entrada del edificio. No podría comer nada. Sólo comí un durazno. Nico se demora. Y eso está muy bien. Conseguimos repararnos antes de su llegada. El ajetreo de trasladar cosas nos revive. Miramos la alameda y a medida que pasan los minutos vamos sintiéndonos mejor, hablando más, comentando las parejas que a esa hora se pasean con institucional amor, entonces noto que no estaré nunca más aquí, que la pequeña cotidianidad cambiará de cara, y está bien, está muy bien que así sea.

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2009

«Soy un paranoico al revés. Siempre sospecho
que la gente está planeando algo para hacerme feliz
»
(J. D. Salinger)

Ha sido al revés de cómo suele suceder siempre. Pequeñas coincidencias se las han arreglado para que sea un fin de año aceptable y no un cierre más. Nada del otro mundo, claro, pero lo suficiente como para, pese a saberlo, comportarse como si dios no tuviera ningún plan para uno, y proyectar retazos de vida sin karma, destino ni historia: en vez de eso uno mismo como el camino obligado, con todas las porquerías al costado de la carretera que aquello implica. Así que, más que una línea progresiva, se trata de una especie de embudo o fuerza centrifuga que salta de línea en línea. Esas líneas en las que cada uno por separado cree ver deslizarse su tiempo cuando en realidad uno es la velocidad de esa vorágine, la determinabilidad de cada choque.

Nada termina pero igual tengo la sensación de que acaba este gran día 2009 y me retiro con mis tropas a la pequeña provincia, sin bajas, sin rehenes. Sin guerra siquiera. Una tropa de, digamos, diez tipos configurada del siguiente modo: tres están enamorados y se la pasaron mandando cartas que sus esposas –que ya están con hombres laboriosos- nunca contestaron; otro que ya no habla nada, ha visto la muerte y le tiembla mano como a Tom Hanks en Rescatando al soldado Ryan; otros dos sólo se han dedicado a disparar hacia el cielo porque sí y a afinar puntería dándole a botellas y latas, bebiendo cerveza, gritando idioteces; y los cuatro restantes creen que lo mejor de la experiencia ha sido poder conocerse, haber encontrado alguien con quien hablar maravillas desde la miseria. Una tropa que se devuelve sin orgullo por nada en particular, y por supuesto, sin que esto pueda tomarse como una especie de orgullo invertido: el orgullo de no enorgullecerse. Si este año se tratara de un sólo gran día, seria uno de esos en que al final uno consigue dormir bien, sin darse mil vueltas en la cama, habiendo hecho sólo lo que hay que hacer. Y nadie debería sentirse orgulloso de hacer sólo lo que hay que hacer. Todo ha sido claro. Poco y claro. Sin el pero entremedio: poco y claro.

Enumeraré en sentido estrictamente blogero ciertos sucesos que le dan un toque simbólico a este Diciembre, o más bien, a los últimos días en Santiago. El más importante de todos, por lo menos en este momento, tuvo lugar en mis últimos días en Santiago y no merece más que estas tres líneas, un poema y la cita de Hemingway (sacada, creo, de 500 days of summer love) que dice: “la mejor manera de olvidar una mujer es convertirla en literatura”. La segunda cosa es que me fui del departamento ese, hacia una mejor vida intersubjetiva, no sé aún a dónde, sé más o menos con quién eso sí, y por lo menos he encontrado dónde dejar mis porquerías durante el verano. Todo sucedió muy intempestivamente, como debía ser. Por otra parte, mi computador se fue al carajo, íbamos a ver nuestra última película con Julio y comenzó a mostrar cada vez un error distinto, hasta que ya no prendió más. Ya en la tarde había comenzado a echar un extraño olor, unos peos de computador que yo pensé que eran por el calor, pero no: era su manera de despedirse de la pieza, de decirme que si me iba a otra parte era sobre su cadáver. Y así fue. Me he traído su cerebro para enchufarlo aquí a ver si rescato algo. Ah y cuando nos íbamos yendo con Julio vimos al divino anticristo, hermano del príncipe de los caballísimos, pasó por nuestro lado con su carro, casualmente estábamos llenos de bolsos, los nuestros más los de la familia de la vecina Natalia que viajaban también, se nos quedó mirando, yo pensé que como nos íbamos del barrio y como él recientemente había llegado, debía decirle algo, pero sólo se nos quedó mirando y nos dijo algo relacionado con la novicia voladora.

(02.01.10)

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Levrero, ya voy

Es como si los pájaros que comienzan a cantar a las cinco de la mañana me dijeran acuéstate saco de gueas. Agarro un cuento de Levrero –un tipo está desarmando un encendedor, entretención de madrugada, la cosa se torna extraña y las piezas de éste empiezan a ser más grandes que el encendedor mismo, el personaje entra por unos conductos del aparato ya desarmado. Finalmente decide, dentro del encendedor, buscar un bar en donde comprar fósforos y beber algo- y mientras lo leo pienso en la inutilidad de mi mismo leyendo esto, de él autor escribiendo el cuento, y por añadidura, en la profunda inutilidad de esto que escribo ahora. Pero lo leo entero. Igual que ahora sigo escribiendo. Un tipo que abriendo su encendedor porque sí se ve de pronto caminando por pasillos internos a este. Otro tipo en otra pieza a las cinco de la mañana que cree haber encontrado una lectura perfecta para el verano. Un amigo de éste que en un mensaje de texto le ha puesto “Levrero en la novela luminosa comenta incluso sus jugadas del bomber man, tienes que leer esto”. Y es como si los pájaros de las cinco de la mañana estuvieran furiosos de despertar y supieran que uno tiene miedo y preferiría vivir por escrito.

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Sólo al final, y junto con la bolsa, botamos ese primer pan de molde que a nadie le gusta, ese deforme y chico que tiene un lado duro-café y otro blanco-blando. A nadie le gusta, entonces sacamos pan bueno, pero en vez de botarl el pan feo volvemos a ponerlo allí encima y cerramos la bolsa nuevamente, para que el próximo haga lo mismo, y asi sucesivamente en una carrera de relevos hacia la lenta muerte del pan feo.

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Isabel Rawsthorn
Dios escupió y el hombre se hizo
El hombre eyaculó y el esqueleto cartilaginoso
de una mujer llamada Isabel Rawsthorne apareció en una
calle del Soho
charcos de carne membranosa transparentándose en lechos clínicos.

Isabel Rawsthorne, esqueleto cartilaginoso de las calles del
Soho
Una cara como un vómito
como una plasta que el ordeñador sanguinolento de lo real
pisotea con sus patas de vaca.

En el prado crece la hierba como los pendejos en el pubis de
Isabel.

La hierba que crece en el pubis del prado
embetunada de semen
bajo esas dos figuras
charcos de carne membranosa transparentándose en lechos
clínicos.

En el lecho nupcial –una mesa de operaciones-
figuras que se entrelazan como bistuiríes de carne
La boca abre su corola dentada.

El rojo de la boca coronado de dientes
el ano dentado de la boca como un birrete de obispo.

Pienso en Isabel Rawsthorn para exorcizar la asfixia
de la que ella, en una calle del Soho, es un emblema aproximativo
con su carne eyaculada por el pincel de Francis Bacon.

La casa del ello
Una casa
con algo de catacumba al aire libre,
desventrada sobre el nivel de las aguas
en el camino que se empina, en Cartagena,
sobre el mar falsamente azulado
que tranquilo baña un paisaje de mierda
detritus disimulados entre ola y ola,
cáscaras de sandia y
utilerías de plástico.
Una casa o lo que la recuerda con los muñones de sus distintos ambientes
vespasianas o masturbatorios, depósitos excrementicios, piezas reservadas
Para las últimas gracias de la perversión.
La casa del Ello
una ruina de lo que no fue
entre los restos de lo que fue
un balneario de lujo
hacia 1915, con mansiones de placer señorial convertidas en
conventillos veraniegos
hoteles de tercera que se desmoronan sobre sus huéspedes
-prosperidad forrada de madera y barniz-
lugar mecánicamente abisal programado por el azar para que
allí ocurra cualquier cosa
a cargo de los operadores eventuales del Ello:
el rapto de una ahogada, el ajusticiamiento de un niño
la violaci6n de una vaca marina.

De Monja en el subway
(…)
El flujo de este mundo de fermentaciones y violencia
necesita de algo que no lo necesite
y eso, a lo mejor, se le parece íntimamente.
Llama fría en un vaso de escarcha
hermana de la caridad organizada
pequeña forma de nada que toma al cristalizar
la ráfaga
Ella que no germinó ni se despliega y que morirá
extenuada, del temor de apagarse.

Vieja en el subway
La piel es ya de trapo y empaqueta la carne
desmigajada como si fuera estopa o aserrín.
La cabeza ha dejado de alzarse sobre el cuello rígido
y curvo como un asa; pero viaja en el subway
a velocidades incomprensibles para ella
se deja llevar por esta necesidad, entredormida
aferrada a sus bienes muebles
bultos de un peso que la ancla en si misma,
semivacíos, más llenos de papeles que de cosas.
Se ha maquillado como todos loss días para llegar
amanecida a otra estaci6n de la noche
pintada de rosa y blanco matizados de un lila
natural, esta flor de la muerte
Destino que se desplaza
cumplido pero persistente
hacia una calle en el fin del mundo
Motel Welfare en Broadway:
una cama como una fosa
para morir en vida.

De Amistades
(…)
Sin cara ni país ni arraigo en perro propio
somos llamados a la traición

De Nada que ver en la mirada
(…)
Un mundo de voyeurs sabe que la mirada
es sólo un escenario
donde el espectador se mira en sus fantasmas
Un mundo de voyeurs no mira lo que ve
sabe que la mirada no es profunda

Nunca salí del horroroso Chile
Nunca salí del horroroso Chile
mis viajes que no son imaginarios
tardíos si -momentos de un momento-
no me desarraigaron del eriazo
remoto y presuntuoso
Nunca salí del habla que el Liceo Alemán
me infligió en sus dos patios como en un regimiento
mordiendo en ella el polvo de un exilio imposible
Otras lenguas me inspiran un sagrado rencor:
el miedo de perder con la lengua materna
toda la realidad. Nunca salí de nada.

La realidad y la memoria
El simulacro de profundidad que presta la memoria a todas las cosas
porque ella es por definici6n lo profundo
esa profundidad consustancial a las cosas en la memoria, razón
por la cual se sustraen a1 reconocimiento
deslizándose en si mismas constantemente hacia un atrás aparente.
En la memoria
no nos encontraremos nunca delante de las cosas que vimos
alguna vez ni en realidad ante nada
Pero en lo real -donde ocurre exactamente lo contrario-
las cosas son pura superficie
que nos cierra al conocimiento de las mismas
cosas de las que ergo nada puede decirse en realidad

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