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Archive for May 2014

abril

Algo empieza. Sé que algo empieza. «Lo que amo está siempre empezando», dice Elytis. Algo sin lugar. Todo el amor que guardamos a lo que no tiene lugar. Algo que no queda en ninguna parte ni menos aún exactamente al medio como una síntesis o armonía o promedio perfecto. Ni en ella ni en mí ni en medio. Algo que ya es y me gusta. Algo ya siempre nacido. Algo que uno no sabe que va a hacer y hace. Un tema o un conjunto de temas. Algo que de ningún modo estaba avisado. Un conjunto azaroso de situaciones. Una manera de preguntar. Una manera de quedarse callado. Una manera de tomarse el pelo. Nuevas maneras de acercarse. Una intimidad que menos mal nunca es ésa que uno imaginaba. Una manera de ir amontonándose el uno en el otro distinta a todas las otras. Como si todo lo dicho fuera quedando más junto que todos los otros conjuntos de cosas dichas a otros. ¿Tendré que avisarle? Tendré que esperar a ver si ella también cree o siente que algo empieza también.

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«¿Pero es que entonces no tienen ningún valor
los sueños de dos amantes pobres?».
(Efraín Barquero)

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“El arte de la vida consiste en ocultar a las personas más queridas la alegría que sentimos de estar con ellas; de lo contrario, las perdemos”. (C. Pavese)

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930 am. Salgo de metro Santa Ana, avanzo un par de cuadras, hay taco y hay, también, caminando un poco más atrás, una mujer que llama bastante la atención. Es básicamente rica. Los hombres de los autos en el taco miran y la desfachatez de sus miradas puede medirse perfectamente por sus rostros y sus vestimentas y el auto y la existencia o carencia de una familia u acompañante en el auto. Obviamente el hueón más penca de todos es el que chifla y grita y aletea y sólo le falta tocar la bocina y hacer cambio de luces. Es absurdo. Es grosero. Es ostentosamente penoso. Y nisiquiera desde el punto de vista de esa supuestamente pobre mujer vuelta objeto. Yo la veo que apenas puede caminar o más bien caminar como un dinosaurio o una jirafa recién nacida. ¿Por qué se hacen eso a sí mismas? Como sea, el tipo, el taco, su fealdad. No puedo evitarlo y me giro y le grito un cállate ahueonao culiao. ¿Qué chucha piensa, que la mina se va a dar la media vuelta y le va a decir “oh nunca me habían dicho que me romperían el orto de manera tan bella y tu yoqui sucio y tu osadía y tu regetón fuerte y saturado saliendo de tu lada a estas horas de la mañana me han excitado déjame irme contigo y tómame”? Ahueonao culiao, ¿piensa que va a conseguir algo? No entiendo qué satisface con su precario ritual y, en el fondo, huelo mera violencia y frustración, como si el hecho de que nunca se va a culear una mina así fuera culpa justamente de la mujer. Apuro el paso. Salvo la mujer que estaba cerca, nadie oyó nada parece. No quiero que me diga nada. No quiero que piense que la defendí, y no porque crea que se lo merece, sino porque mi odio por el hueón ese es más grande y puro y honesto que cualquier defensa.

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“¿Y si uno se atreviera y fuera infinitamente cobarde?”. (CB)

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Llego de noche a Curicó. Nunca había conversado tanto rato con mi hermanito. Me cuenta del colegio y yo del trabajo. Estamos sentados en el sillón y es como estar conociendo a un nuevo amigo. Un nuevo amigo cuya base histórica y psicológica es mi hermano. Una nueva persona que nace desde otra persona ya conocida y que sé que me va a caer bien. Un tecito y una repetición de un partido del curi que ninguno ha visto. Está lindo todo.

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Nunca conocemos a una persona; conocemos una inclusividad, un amontonamiento selectivo de personalidades dentro de un solo cuerpo, una manera específica de incorporar o desechar posibilidades de ser, una creencia de que se es algo concreto, completo, entero. Cuando los posmopesimistas aseguran que los cuerpos no se tocan, que el átomo no intersecta en otros átomos, y que en consecuencia estamos objetivamente lejos aislados solos, hay que notar que siempre hemos sido una relación que se relaciona con otras relaciones, y que en consecuencia ese aislamiento es de la materia y no de nosotros, nosotros que sí nos hemos tocado, comunicado y sentido perfecta y completamente unos a otros.

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«Una noche, al pasar ante un pequeño restaurante, asistí, a través de las ventanas iluminadas, a una batalla entre jugadores de billar, que utilizaban como armas los tacos, y vi cómo echaban a uno de ellos por la ventana. En otro momento cualquiera, aquella conducta me habría repugnado, pero el estado de ánimo en que me hallaba entonces me hizo tener envidia de aquel señor al que habían arrojado a la calle. Fue tan fuerte aquel sentimiento, que entré en la sala de billares. «¿Quién sabe -me decía-. Quizá también yo logre armar una buena trifulca y que me echen por la ventana»
No estaba borracho, pero ¿qué quieren ustedes?, el tedio y la angustia me volvían loco. Y resultó que yo ni siquiera era digno de que me echasen por la ventana, y me fui sin haber podido reñir con nadie. Desde el primer momento, un oficial me puso en mi sitio.
Me había situado cerca de la mesa de billar y, como no conocía nada del juego, estorbaba a los jugadores. A fin de poder pasar, el oficial me puso las manos en los hombros y, sin la menor explicación, sin decir ni palabra, me apartó. Luego pasó como si yo no existiese. Le habría perdonado que me golpeara, pero me mortificó que me apartara en silencio». (F. Dostoievski).

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«Qué grande es el pensamiento de que verdaderamente nada nos es debido. ¿Acaso algo nos prometió algo?
Y entonces, ¿por qué esperamos?».
(Cesare Pavese)

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“Amar sólo el bienestar es incluso, de alguna forma, indecente”. (F. Dostoievski, Memorias del subsuelo)

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LISTA
Pipa
Linternalibro
Control remoto Curicó
Encendedor
Nico baúl
Poncho
Sábanas
Cel
Regalito p
Sobre cosas que me han pasado, ocio, hermano ciervo en Que leo
Kafka de Crumb
Correspondencia Kawabata-Mishima
Diario de un solo catalonia
Pilas recargables (AA, AAA)
10 iara

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Todos despiertos y desayunaos antes de las 10:30 aquí en Curicó. La última vez fue pal terremoto.

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Hoy: comprar zapatillas, llevar a hermanito a comer, actualizar blog, fifa2014, terminar Mishima, al estadio con padre, Bruno fumar pasear.

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Desayuno en el Crown plaza auspiciado por Randon House Penguín Mondadori. Creo que así queda el nombre completo. Pero lo importante no es eso sino los brownies, los pancitos, el cruasán, el café, el jugo. Están todas las librerías. Antes de entrar nos han regalado el libro de la Subercaseaux y sus respectivos souvenirs. Luego, mientras desayunamos, desfilan los escritores y presentadores y los boocktrailers: “Internacionalmente conocido”, “magnifico”, “prestigioso”, “muy bien recibido por la crítica”, “la rompió en Francia”, “una maravillosa comedia de equivocaciones”. Mientras haya un desayuno como éste delante, no es ningún problema oír sartaladas de palabras como esas. De todo lo presentado, y aunque el autor lleva una vestimenta de poeta noventero de provincia, me quedo con La edad del perro.

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«Cuando yo sea un montoncito de polvo callado y cuando hagais conmigo cualquier imagen, rompedla a cada instante (…)» (Gabriela Mistral)

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Siempre he querido ver fantasmas.

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«Nunca vamos a las casas de los ricos a hacer que lloren para el rating»

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¿Cómo puede hacerme tanto el mero olor a estufa saliendo de una casa cualquiera? Es como recordarlo todo y olvidarlo todo en menos de cinco segundos.

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«No sabía si comprar o no los Diarios 1984-1989 de Sandór Marai, cuando leo en la solapa: “Se quita la vida con un disparo”, y lo compro». (CB)

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«Así que no sé qué hago que paso los pollos de la garganta hacia la nariz para sacarlos como mocos. Igual es complicado», me dice. Me gusta la seriedad con que hablamos cosas sin aparente importancia. Estamos en los pastos al frente de la moneda. Comimos en el Subway. Me sentía muy transpirado y asfixiado en ese pequeño local y luego se me fue pasando. Con ella, varias incomodidades se me van pasando. Paseamos, paramos, comemos, seguimos. Hasta tratamos de dormir siesta. Puedo decir todas las cosas que casi siempre siento fuera de lugar. La miro echada en el pasto. Quisiera tomarle el pelo. Tomarle el pelo, hacer como si nada, y seguir hablando. Pero no lo hago. Días después, cuando nos besamos, le digo esto, y me dice que hubiera estado bien, y entonces siento que es como si igual lo hubiera hecho.

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Sueño que llego atrasado a trabajar, una y otra vez. Sueño que estoy en Curicó y de pronto recuerdo que tengo que venir a trabajar y no alcanzo. Sueño que estoy en diversos lugares y de golpe recuerdo mis obligaciones. Soñé también, hace poco, que me iba un fin de semana a Curicó y el play 3 estaba malo y Bruno no estaba y me ponía a llorar.

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Se hace el bolso y ya se está un poco en la otra parte.

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“Si estoy en una casa,
toda ella es mi copa.
Si estoy en un punto,
todo él es mi mesa.
(Efraín Barquero)

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Entra por la ventana. Ya hay comida en el plato pero lo mira y no come. Entonces hago como que echo más, revuelvo, y ahí sí que se acerca y come.

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Dos vinieron.
Té, fumar y una torta curicana que soplé.
Una duerme
y el otro ya se fue.

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«Lo que le interesaba de las historias que escribía no era su relación con el mundo, sino su relación con otras historias». (Paul Auster, La trilogía de Nueva York.

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Me hizo la cara de la muerta del aro y se me salió un te quiero.

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A las 20:00 un ciclista solo por Huérfanos tocando su cagada de campanita cada 3 metros al tumulto de gente. Voy entendiendo un poco el odio.

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C me dice que anoche soñó que se casaba, pero sola: había un ritual en el que uno se decidía a estar solo para siempre. Pero se arrepentía.

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Me gusta entrar a una casa en la que suene una teleserie cualquiera y huela a pan tostado.

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Y nos basta con eso: algo empieza.

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Duerme junto a mí pero de todos modos sueño que se encuentra con un ex reciente y lo besa y yo miro y me devuelvo llorando a la casa.

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“¿nadie
quiere ser la brizna
de la hierba
a que me aferro?”
(C. Bertoni)

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Recién veo las imágenes del incendio de Valparaíso y lloro. No sirve de nada y lloro. Me quedo frente a la pantalla como un idiota. Me parece inconmensurable. Un tipo arriba de un camión junto con mucha otra gente. Parecen refugiados. No van a ninguna parte. Simplemente están en el camión porque no hay otro lugar. Amo a ese hombre. Lo amo inmediatamente. Su voz no tiembla. Nada en él tiembla. Sabe que lo ha perdido todo pero actúa como si hubiera perdido las llaves de su casa. Y siempre, siempre y siempre, la voz y la inflexión y el contenido y la cara y la ropa y la existencia misma del periodista lo arruina todo.

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Me gusta el miedo que me da el viento chiflando. Recuerdos de un miedo infantil verdadero, quizá.

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Llega una señora buscando algo de Lukacs. A medida que va notando que no lo tenemos, su tono va cambiando. Uno supondría que por ser marxista o postmarxista habría un sentido común más o menos evolucionado o más o menos conciente de cómo funcionan las cosas. Obviamente, todo empieza mal. Está demasiado preocupada de que lo conozcamos, o de hacernos ver que ella sí que sabe quién es, y al constatar en el sistema que no tenemos nada de él, insiste, que cómo es posible, que Lukacs es un postmarxista de lo más importante, que en Argentina si un libro no está los libreros corren a la editorial a buscárselo, y etc. A esas alturas ya es la jefa quien se entiende con ella y yo suelto esporádicos comentarios que luego, según me dice la jefa, no debo volver a repetir. Es divertido ver cómo una persona se va descomponiendo de a poco. Ver esa absurda escalada. Ese nerviosismo que en vez de quedarse dentro sale a molestar afuera. Yo la miro. La miro fijamente. Mantengo un aura de infinita impasibilidad, pero en el fondo quisiera ser todo lo grosero e invasivo que pueda uno ser sin faltar el respeto de manera explícita. Y quizá eso es lo que hago. No me importa que la señora haya sufrido, que su voz tiemble de rabia, ni que tenga canas, ni que sea una mujer, ni que sea una abuela, ni nada. Justo en ese instante, es un ser humano aborrecible, y alguien o algo debe hacérselo saber, sino, ¿cómo va a cambiar? Pero no logro decirle mucho. Tratamos de explicarle, en palabras amables dado su estado de alterado, que ella no es el centro del universo, que está bien que tal o cual autor sea fundamental, pero que no por eso está exento de agotarse, o de cumplir con los requisitos de venta de la cadena -y no hay que ser un genio para saber que hay otras librerias en que podría encontrar más autores postmarxistas-. Como último recurso antes de irse, me dice a mí, y pro primera vez mirándome decidida, que seguramente ni sé quién es Lukacs. Me dice eso, y mientras se va enojada, no puedo evitar caminar hacia ella, muy pero muy amablemente, y comentarle que me considero marxista y que pasé con un 6,8 el ramo de Marx en la universidad.

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Yo-yo ma Bach cello suites y aseo.

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Simone Weil tiene razón. Todo lo que hacemos lo hacemos para cambiar nuestra concepción del tiempo. Para retrasarlo, adelantarlo, suspenderlo. Tiene razón, pero no tanta, porque no es que hagamos eso como si huyéramos de una línea de montaje o como si tuviéramos que zafarnos con demasiada fuerza de cierto tiempo natural, es sólo que eso es lo que somos y nunca ha habido otra cosa.

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Un chiste de Don Carter que empieza así: «Doctor creo que tengo hepatitis en la pichula».

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«Me enteré de que al hombre invisible lo masturbaba Adam Smith». (@EdoCaroemago)

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Cada vez que lleno el taxi con mis hueás para cambiarme me toca un conductor amable que ni se inmuta y me hace precio y hablamos de mujeres, de las casas y las mujeres.

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Había alguien cagando y murmurando para sí mismo en la caseta de al lado. Nunca he sido asquiento, pero ya me carga pasar al baño luego de almorzar por eso mismo: la gente, o en realidad algunos señores más viejos, se ponen excesiva y groseramente cómodos. Prefiero quedarme en el patio de comidas y leer un comic y quedarme domido encima de la mochila, como en el colegio.

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Lentejas-zapallo-zapalloitaliano-espinaca-acelga-cebolla-zanahoria-pimentón.

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«Lo bueno y lo malo se mezclan en un tono que confunde a la gente por eso ojo cuídense todos porque el alma rodea el espíritu». Éso, esa frase, dicha por no sé qué o quién, me dice mi mamá que se le reveló hace dos noches en un sueño. También le dijeron del terremoto.

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Cuando a uno le ofrecen un té eso mismo ya es algo así como un té.

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Hace tiempo que no veía tele y me encuentro con que un pobre tipo estaba cortando un árbol solo en medio de un bosque y justo apareció una sordomuda y murió aplastada por el árbol. El tipo se pone a llorar mientras le pide perdón a la familia. Era imposible saber que podía haber alguien, dice. Luego entrevistan a la familia y le perdonan y también lloran.

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