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Archive for enero 2013

la tele no miente

IMAG0049

“En todos los países del mundo sin ninguna excepción,
se concede tanto espacio a la criminalidad como
si se tratara de una novedad cada nuevo día”
(Michel Foucault)

¿Cuestionamos nosotros la jerarquización de información que se nos entrega en el noticiario o simplemente tomamos ese ordenamiento como si fuese el orden mismo del mundo?, ¿acaso nos preguntamos de qué sirve enterarnos de los pormenores de cierto accidente de tránsito, o de que un león se escapo de un zoológico, o saber el nombre de un tipo al cual lo han estafado 100 veces? Sin mayor preámbulo, mi perspectiva: Las noticias podrían perfectamente ser un compendio de datos duros bien distribuidos al servicio de la población y no la selectiva y cuidada producción espectacular de imágenes y formatos novedosos para incrementar el rating que tenemos hoy. Esto pues, a fin de cuentas, las limitaciones comprensivas y críticas de la ciudadanía radican precisamente en la adopción inconciente de esta lógica televisiva de la información que consiste en quedarse forzosamente en lo local, en el intimismo del detalle (musicalización, inflexiones de voz del periodista de turno, etc) que se vuelve universal durante los 30 segundos que dura la noticia. Y por si fuera poco, esta cuestión se hace pasar por servicio a la comunidad: si a alguien de mi familia le pasa algo no me interesa que la TV esté ahí para contármelo, en serio, prefiero que usen ese tiempo en hablar sobre la educación o la finitud de lo humano. Y es que el control de la información pasa por la apariencia de diversidad que generan los medios, y no notamos que, si no fuera por la necesidad (creada) de simpatizar con el televidente (o sea la necesidad estructural de considerarlo un mero consumidor de imágenes), quedaría bastante espacio para poner en juego esos datos duros y discutir, de modo que las relaciones mismas entre los datos pudieran irse volviendo, a su vez, datos cada vez más ricos en reflexividad, aportando así a la lucidez que se necesita para comprender las redes del poder, posibilitando que el ciudadano común y corriente incremente su capacidad de relacionar todos los ámbitos que se han naturalizado como separados para volverse un sujeto crítico que ya no padezca a la historia. En ese sentido entonces, sería razonable que dejaran de mostrarnos las imágenes del perrito que baila, de las infinitas formas de asaltar a alguien, de las distintas formas de vacacionar, de las distintas formas de amar, y que en vez de eso se nos diera una estadística al día con los lugares y los muertos; todo ese material extra tendría que estar en otro horario, o en la web del canal. Nada impide que las noticias sean un producto concreto y limpio, no neutral, porque la neutralidad no existe, pero sí NEUTRAL EN CUANTO A SU ESTÉTICA. La tecnología actual lo permite, pero no, los medios se vuelven fin en sí mismo, compiten por quién llega primero a la catástrofe o quién ornamenta mejor la información. En las artes el diagnostico general dice que ya no hay una gran finalidad, un gran sentido, y el fin ahora son los medios. Lo mismo el cine y la literatura: su propia historicidad, sus propios recursos representacionales, se vuelven insumos. Es el momento estético de la época, de manera que esta petición ética que le hacemos a los medios debería inscribirse en una pregunta mayor ¿Son responsables los medios de su estética y sólo les queda sumarse al estado representacional del mundo o estamos en posición de exigir legítimamente que corten su leseo espectacular?

Pensemos esta exigencia, por de pronto, en relación a la televisión estatal y sus noticiarios, ¿no deberían estar, como mínimo, orientados hacia la formación de ciudadanos capaces de comprender los vaivenes de su propia cultura? ¿No deberían, en vez de entregarnos un colorido e impactante abanico de desgracias y anécdotas, darnos herramientas para familiarizarnos con las problemáticas del mundo? El llanto desconsolado de una madre ante el cuerpo de su hijo se vuelve la noticia en sí, la cámara hace un zoom, comienza una penosa música, el periodista se acerca y le pregunta cómo se siente ¿Es necesario? ¿Aprendemos así algo nuevo sobre quienes manejan ebrios y atropellan a un ser que, obviamente, tendrá seres queridos que lo llorarán? ¿Qué se creen estos ingeniosillos, estos piadosos? ¿Qué argumentos los respaldan? ¿Sólo a mí me hierve la sangre y siento que nuestra realidad se va pareciendo cada día más a la de los Simpsons?

No, no sólo a mi me hierve la sangre, a Pierre Bourdieu (en su libro de 1996, Sobre la televisión) también: “Los sucesos, ya lo he dicho, tienen el efecto de crear un vacío político, de despolitizar o de reducir la vida del mundo a la anécdota o al cotilleo (que puede ser nacional o planetario, con la vida de las estrellas o de las familias reales), al fijar y mantener la atención en unos acontecimientos carentes de consecuencias políticas, que se dramatizan para «extraer la lección pertinente» o para transformarlos en «problemas de sociedad»”.

Entonces lo mínimo que podríamos exigir es que la corten con eso de la objetividad, pues en la práctica son todo lo contrario: su propio tejido, su propia estructura, son totalmente intencionales. La responsabilidad de ello puede traspasarse infinitamente hasta culminar en el típico naturalismo que afirma que “así está el mundo, qué se le va a hacer”. Conocemos la popularidad de tal actitud, sabemos que el goce del conformismo es uno de los goces más seguros (y pobre), y por eso es que les pedimos su apuesta, sus cartas sobre la mesa, es decir, que si van a hacerlo, si van a sumarse al estado estético (o representacional) del mundo, por lo menos nos digan porqué se sienten en ese derecho, cuál es su misión específica.

Podrían, por ejemplo, partir respondiéndonos preguntas tales como: ¿Por qué deberíamos saber qué tendencias vienen en la moda?, ¿Tengo que saber que tal o cual futbolista tiene un hermano que vende drogas? ¿Tenemos que informarnos necesariamente de que tres adolescentes mataron a golpes a otro tipo? ¿Tiene que durar tanto cada noticia? Y la más importante, ¿Tiene que ser todo una mercancía, aunque con ello se desvirtúe la función original y vital de la información?

Bourdieu dice estar “Contra las teorías conspirativas que dicen que se nos domina concientemente a través de los medios” y a favor de “una teoría de dominación de hecho, inconciente, estructural y mucho más efectiva que esa supuesta dominación orwelliana.” Tal postura resume perfectamente lo que hemos querido decir aquí. Ahora, si queremos exigir respuestas bien podemos esperar sentados o poner en marcha una crítica constante y consistente, porque ellos no nos darán las consecuencias (planeadas o nó) de esa estética, no nos dirán que al ciudadano se le toma por alguien que debe ser continuamente sensibilizado y, en consecuencia, moralizado y socializado en pos de conseguir ciudadanos confiables y productivos para un sistema económico específico. Alguien debe empujar a los medios hacia ese barranco, porque no es que la tele nos mienta, es peor: es el cuerpo mismo el que está estéticamente infectado.

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diciembre

Escribir un sms, descubrir la intención implícita, borrarlo y escribir solo la intención, para luego, de nuevo, no enviarla.

*
Sábado 1. Llegué el día anterior a la corrida de la teletón, directo a la casa de Ñuñoa, directo a conocer a la señora que nos la arrendará y que estaba ahí, tomándose un té, sin ningún apuro, esperando que la lleváramos al terminal con unos bolsos, cosa que yo no sabía (sabía que era el día en que empezaríamos a limpiar el lugar) y que me molestó un poco, y que luego me dio lo mismo porque ¿dónde se encuentran casas amobladas tan baratas? A la vuelta tampoco alcanzamos a hacer mucho: despejamos el área, botamos y guardamos sus cosas, los posters religiosos de las paredes, las infinitas boletitas papelitos bolsitas cartones repartidos por todos los cajones y rincones posibles; una limpieza para poder después limpiar bien. Por la noche, solo en la cocina de la futura ex casa de C, me como un maruchan y un galletón, mirando el triste espectáculo de la desgracia teletonera. Despierto a las 7am. Feli arrugó, o no pudo, no sé, la cosa es que no viene, y soy yo y Chester no más. Una gatorade azul, una manzana, y unas galletas de avena en modo zombie. Resumiendo, elongaciones, inscripciones, encajonamiento, y Ch que me hace partir demasiado rápido y ya a la mitad quedo pa la cagá, retomo mi ritmo, o algo peor que mi ritmo y al final, por lo menos, hago 15 minutos menos que los últimos 10k que hice en la corrida de Curicó. A ratos algunos corredores cantaban el “vaaamos, vaaamos chileeenos”, y ahí sí que corría fuerte, con la fuerza de la vergüenza, para alejarme del epicentro de esa canción. Luego de varias botellas de agua (no tenían gatorades como el años pasado) Feli aparece, mientras elongamos. Vamos a su casa, hacemos una olla descomunal de tallarines con atún y crema, y una fuente también descomunal de lechuga. Ch ni se baña; según él ni suda. Volvemos caminando a la moneda. Apostamos en el experto a que el Athletic le gana al Barcelona y, en la nueva oficina de feli, vemos cómo eso no sucede. Ch y yo terminamos durmiendo en el suelo alfombrado.

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Domingo 2. El flete de C. Mientras nosotros bajamos las cosas, otra gente sube con cajas, a otro depto desocupado. Pasamos a dejar sus cuadros más grandes a caja negra. El amigo fletero y conductor del furgón nos habla de cómo ha cambiado quinta normal y el barrio yungay estos últimos años. Tercera vez que llegamos a la casa en vistas a establecernos y cada vez me gusta más, el entorno, los colores, las infinitas señoras regando, el tono curicano de ciertos pasajes colindantes a nuestra villa. Iniciamos, finalmente, la limpieza, el acomodo. Lo primero es tener ventanas. Están casi todas selladas por fuera. Mientras C y su amiga ordenan y pintan su pieza, trabajo contra el cemento en los bordes de las ventanas, con tijeras, piedras y otros utensilios nada que ver. Tenemos nuestras latas de cerveza y con el cel escucho al colo caer ante la unión. Manos magulladas y no conseguí habilitar mi ventana. Intentamos ver Lisboa Story pero es mucho el sueño.

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Lunes 3. Atacamos la cocina y el lavadero. Un mundo debajo de la lavadora. Musgos, agua negra viscosa, perros de ropa, etc. Llegan a poner internet. Cocino las lentejas mientras C y P siguen moviendo cosas. Las manos no me permiten seguir con lo de la ventana así que le cedo la labor a Armando, quien le da el toque final. Pinto solo mi pieza, pensé que me iban a ayudar. El resultado es que me gasto un tarro y no dejo para una segunda mano.

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Martes 4. Solo. Orden limpieza y mate. Gmail y Twitter malos después de la instalación y lo que sea que haya hecho el técnico de movistar. Mejor así. Constato, por enésima vez, que es imposible ordenar fotocopias y libros sin ponerse a revisar todo e inventarse nuevas categorías.

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Shejiná

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“La causalidad, si se me permite el símil, es como Dios que se manifiesta cada segundo en nuestro planeta. Un Dios incomprensible con gestos incomprensibles dirigidos a sus criaturas incomprensibles. En ese huracán, en esa implosión ósea, se realiza la comunión. La comunión de la casualidad con sus rastros y la comunión de sus rastros con nosotros”. (Roberto Bolaño, 2666)

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Sepultado entre los bolsos con ropa y las cajas de libros, escuchando la Beethoven y leyendo un Teillier que le saqué a f, espero el auto de ch que se llevará todo esto a Ñuñoa.

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En cuanto a mi flete, a mis cosas que están hace un año en Plaza Italia, la cuarta fue la vencida. Ch falló dos veces (primero porque se atrasó, al otro día porque no encontró las llaves del auto) y con B, al tercer día de estar donde F junto a mis hueás amontonadas, hubo incomunicación, y tampoco pasó nada. Esa noche me fui cabreado a la casa. Tanto así que me perdí. O de cualquier modo, cabreado o no, me habría perdido. Porque eso es lo que suelo hacer. Salí del metro y caminé en la dirección correcta, pero pasé de largo. Hace años que no sentía tanta condensación de la mala cuea y el ahueonamiento en mí.

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“Nada se parece tanto a la vida de la nueva humanidad como un reportaje publicitario del cual se ha retirado toda huella del producto anunciado. La contradicción del pequeño burgués es que, sin embargo, él busca todavía en este sketch el producto que le ha defraudado, obstinándose a pesar de todo en hacer propia una identidad que se ha convertido para él, en realidad, en absolutamente impropia e insignificante.” (G. Agamben, La comunidad que viene)

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Antes, cuando los poetas se vestían como la mierda y se agarraban a combos con elegancia.

*
De Cosas vistas, Teillier

7
Sentado en el fondo del patio
trato de pensar que haré en el futuro,
pero sigo el vuelo del moscardón
cuyo oro es el único que podría atrapar,
y pierdo el tiempo saludando al caballo
al que puse nombre un mediodía de infancia
y que ahora asoma
su triste cabeza entre los geranios.

10
Damos vueltas a la plaza
en un Fiat 600
para entrar a una iglesia de 1972.
Una iglesia más grande que este pueblo
acurrucado como un pobre nido
entre cerros áridos donde trepan las cabras.
Un pueblo con casas de adobe venidas abajo
Por el último terremoto.
Un pueblo done todos esperan otro terremoto.

30
La muerte nos dice que no existe
para que creamos en ella
y la llamemos.

44
Un vaso de cerveza
una piedra, una nube,
la sonrisa de un ciego
y el milagro increíble
de estar de pie en la tierra.

*
Y de pronto echo de menos la escritura sin censura de los 15 años. Los cuadernos que no eran para nadie (salvo para uno mismo siendo otro en el futuro), los poemas que eran refritos de la poca poesía que a uno le llegaba por goteo (en Curicó, para mí, a los 15, solo existía Huidobro, Benedetti y los cursis poemas de mis amigos), cuadernos que se amontaban en un baúl, de a 3 o 4 al año, y que uno leía mucho tiempo después, en la mayoría de los casos meneando la cabeza, ni tan avergonzado pero con una mirada más de totalidad, viendo las influencias y los tonos impostados como fracturas expuestas. Quizá en esta moderna preocupación de hacer siempre un objeto accesible y cómodo para otros (no dar la lata, achuntarle a la mezcla justa de padecimiento y desafección, como si hubiera cierta distancia de sí mismo aceptable para cada época) se pierde ese carácter de instantaneidad, autenticidad, inmediatez, o como quiera que se la llame a todo lo previo al mundo de los blogs, twitter, facebook y demaces, que no es que sea un mundo de transparencia asegurada, pero que tiene esa especie de promesa de lo no mediado, de lo que es de corrido. En fin, mucha vuelta para decir algo tan simple: que echo de menos todo aquello y es una estupidez escribirlo como si estuviera ante una determinación insalvable. Supongo que por eso uno sigue escribiendo (y leyendo, y más allá, creyendo en “el arte en general”): para, aun sabiendo que no se trata de ningún paraíso perdido, retroceder a esa ingenuidad y traerla; para que esa melancolía sea más una actividad molestosa que un estado de ánimo individual; para separarse un rato del odioso yo y ver ese pedazo que sale de uno corriendo con vida propia, a mezclarse y jugar con los otros pedazos que salen de los otros. Es cierto que hay bastante fealdad en esa parte de raspar algo de sí, exponer cómo uno se relaciona consigo mismo, sentir incluso que a alguien podría importarle; es una fealdad sobre todo porque la mayoría es mentira, o reafirmaciones, o forma parte de eso que en general nadie quiere oír. Entonces quizá eso es lo que uno quiere al final, al menos en relación a la escritura diarística: que la forma y el contenido de eso-que-nadie-quiere-oír puedan separarse, apartar la forma gastada, dejar el contenido, encontrar alguna nueva forma de echarlo andar y sentir la simpleza del “bah, este hueón no me está (ni se está) mintiendo”, cuestión que obviamente está manchada con toda la idiotez new age de ser-uno-mismo, como si la interioridad fuese, además de algo que no puede ser estúpido, un músculo ejercitable. Por eso da gusto leer a Levrero quejándose de su pereza, de su idiotez, de su adicción a los juegos más ridículos del computador, haciendo producción de su pereza; por eso gusta un Vila-matas nervioso y sudado en una micro, dudoso de si hablarle a Salinger o no (me gusta no el hecho de que esa anécdota sea cierta o no, sino la intuición que viene ya del humor en el cine mudo, y que tiene que ver con lo sencillamente absurdo); por eso gusta Simone Weil, la santa más sucia, la vagabunda más santa, que al final se murió pegándose chirlitos trascendentales a si misma (y nadie puede saber si se achunto o no); por eso gusta Bielsa, que ante una mínima pelea con los de la construcción en Lezama, va y se autodenuncia, y se presenta mitad virtuoso mitad animal; por eso gusta Kim Ki-Duk que, ante la imposibilidad ética de hacer una nueva película (por la muerte de un actor en un rodaje, creo), filma esa misma imposibilidad, se filma a sí mismo en Corea del Norte en una choza de mierda sin agua en la que ha pasado los últimos dos o tres años, y va de a poquito desmenuzando su bloqueo; por eso gustan los diarios del vilipendiado Bertoni, saltando desde los delirios de santidad hasta los egoísmos más terrestres de si pajearse o no pensando en fulanita; impostadas o no, todas esas voces, todos esos objetos leíbles, oíbles y mirables, son de una belleza que no tiene mucho que ver con ser-uno-mismo. Pareciera ser que el espectáculo, esa odiosa plusvalía del mero aparecer la vida, no se lo ha comido todo; que ahí, en la risa, el error, el absurdo, el desfase, nos encontramos con los otros “de verdad”, o quizá sin comillas.

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“Estoy en camino de regreso a Bogotá sin haber logrado nada. He sido estafado por brujos (el más incurable borracho, haragán y mentiroso de la aldea es invariablemente el «médico»), encarcelado, embromado por el vivillo local (yo creía que me estaba conquistando el culo de un ingenuo provincianito, pero el chico se había acostado ya con seis petroleros norteamericanos, un botánico suizo, un etnógrafo holandés, un padre capuchino conocido en el lugar como «La madre superiora», un trotskista boliviano fugitivo, y lo habían cojido en conjunto la Comisión del Cacao y el Punto Cuarto). Finalmente caí en cama con paludismo”. (Correspondencia de Burroughs a Ginsberg)

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¿Me gusta cualquiera con la que pueda hablar más de 10 minutos sin empezar a pensar por detrás, mientras hablo o escucho o hago como que escucho, qué tengo que llegar a hacer, ordenar, escribir, cocinar, leer, cuando llegue a la casa? Últimamente sí.

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“No me arrepiento de no haber podido tratar más que de una manera muy incompleta los hechos de la vida cotidiana, la alimentación, vestimenta, habitación, usanzas de familia, derecho privado, diversiones, relaciones de sociedad, que han constituido siempre el interés principal de la vida para la enorme mayoría de los individuos.” (Charles Seignobos, Historie sincere de la nation française Paris 1933 P XI)

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Tarde de fotocopias con C. Mesa repleta. Traspaso citas de las últimas cosas de filosofía leídas que puedan tener que ver con la tesis. Ya me es imposible descubrir si me miento a mi mismo en esta necesidad infinita de citar. Vuelvo a establecer categorías que seguramente en un año ya habré olvidado. Dejo primero las que supuestamente me urgen leer. Más tarde, caminando con B, cerveza gratis en una expo. Cosas artísticas que miro sin ver. B encuentra chistoso cuando su amiga me pregunta qué hago y trato de usar más palabras de las que corresponden para una respuesta que debería durar dos segundos. Aparece F y N y B y varios más. Erramos. Erramos por las calles pero al menos guardé una cerveza en cada bolsillo. Terminamos en una cosa de noise-hiphop-etc. Bailamos. Hace tiempo que no bailaba.

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Me vine trotando a Ñuñoa desde Estación Central. La ruta: Alameda-Salvador-Grecia.

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C se llevó mis llaves. Error mío por no pedírselas ayer cuando, sujetando mis bolsas, se las pasé para que abriera. Tengo plata, hambre, y no puedo salir a comprar. Si salgo, tendría que esperar hasta la noche. Comería cualquier cosa fome del refri (una papa, una zanahoria) pero ya he estado así los últimos días, y quería comer específicamente tallarines con palta y pepsi. Así que no como nada y, como a Simone Weil le habría gustado, escribo cagao de hambre en la tesis. En cualquier caso, cada vez que una de estas cosas pasa, aparte de molestarme, siento que es lo mío, mi elemento.

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Quizá sería más terrible si los tres días de oscuridad, en vez de empezar con un apagón cuando haya luz, comenzaran con un día que no comienza, con la gente esperando el sol de la mañana.

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En curi de nuevo. 20, 21 y 22, en el campo con Bruno. Como siempre, aprovisionados de ps2, yerba, comida, y libros. El 21 se nos corta la luz, nos gustaría creer que el fin del mundo está empezando, pero no. A la antigua, un vino y hablar y hablar. Al otro día, mate, mucho mate, y mucho leer (causa y consecuencia quizá). Descubrimos que no tiene ningún sentido leer adentro de la casa, por algo estamos en el campo, así que ponemos una mesa debajo de unos árboles, con vista al lago, y ahí nos establecemos. Fuimos a ver a un cabro que, además de estar construyendo un centro de eventos ahí, vende huevos, y resulta que era compañero de colegio de B, de modo que, siendo el rasta que era, y estando en la situación que estábamos, no podíamos sino terminar fumando un grueso, frente al lago, en su centro de eventos que no tenía nada que ver con el campo, ni con un rasta.

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Siestas cortas para leer mejor y más inteligente.

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No se puede leer, ¿quién puede solamente leer? Un hombre del siglo pasado quizá. Yo no puedo. Nisiquiera estando acá en el campo, al lado de un lago. Subrayo, escribo en los bordes de la fotocopia, le mando una cita a mm por mensaje de texto. Bruno, sin saber que escribo esto en el borde de la fotocopia, me dice “estamos listo con este fucó, ahora hay que ver dónde chucha lo uso”

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Bataille estaba más solo que la chucha. Si tan solo hubiera sido un poquito más marxista hegeliano, se habría dado cuenta que no todo se trata del cuerpo, de la incomunicación y el individuito.

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Soñé que vivía en Francia (París, supongo) y no salía en todo el día de la casa. Vez que salía me perdía. En un negocio de allá, un mujer me atendía a puras chuchás. No estaba enojada ni nada, era su manera de comunicarse, «este diario vale xx, imbécil de mierda», «toma tu vuelto ahuenao culiao». Me lo decía en español eso sí, y sonriente, lo cual me alegraba mucho.

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“Así soñé: venían las hordas de krishnas canturreando directo a mi por la vereda, mientras pasan les hago barra y canto are are krishna rama rama y toda esa guea como si estuviéramos en el estadios así alzando la mano y todo, entonces cacho entremedio al socito de ayer con el que estuvimos un rato charlando con m y p, el uruguayo de lentes y frenillos, y le digo «gueena amigo como va», entonces todos se dan vuelta y salen unos matones krishna a lo tong po (el brígido de kickboxer) y empiezan a gritarme que ellos no tiene amigos y empiezo a correr mirando patrás y tienen al loco en el suelo y están haciendo fila pa pegarle patas en la raja por tener un amigo mientras los otros hacen una danza de castigo o algo así.” (12/14/04)

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Marcos el Loco. San Simeón el Loco. El mendigo Andrés Salos. La monja de Mené. Googlear.

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Leía en el patio en la tarde, un pajarito cojo picoteaba cosas, me preocupé de dar vuelta las páginas lentamente, el hueón estuvo como cinco minutos decidiéndose a bajar desde la pandereta, ¿cómo iba a negárselo? Entonces la realidad hace lo suyo, y aparece otro pajarito sano a echar al cojo. Espero a que se ponga a comer, y cuando me da la espalda, le tiro un piedrazo, con la convicción total de que merecía ser castigado. No le achunto y me arrepiento de todo.

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“47: Dondequiera que los antiguos, los hombres de las primeras edades, colocaban una palabra creian haber hecho un descubrimiento. ¡Qué equivocados estaban! Habían dado con un problema, y creyendo haberlo resuelto habían creado un obstáculo para su solución. Ahora, para alcanzar el conocimiento, hay que ir tropezando con palabras que se han vuelto duras y eternas como piedras y es más fácil romperse una pierna al tropezar que destruir una de esas palabras”. (Nietzsche, Aurora)

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Mientras mi mamá y mis tías escriben papelitos con cosas negativas para quemar cuando sea año nuevo, mi hermano escribe también en el block de notas de su notebook. “Lo mando a papelera de reciclaje y es lo mismo”, dice.

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Extracto del mail felicitativo-cuantitativo que manda wordpress cada fin de año: “600 personas llegaron a la cima del monte Everest in 2012. Este blog tiene 11.000 visitas en 2012. Si cada persona que ha llegado a la cima del monte Everest visitara este blog, se habría tardado 18 años en obtener esas visitas.”

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El año pasado dije que el 2012 era mi año. Quizá el 2010 dije o pensé lo mismo sobre el 2011. No queda otra que insistir, vencer las propias idioteces, ir hacia las pocas pero contundentes cosas que uno quiere.

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