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Archive for julio 2009

Fracasar bien. Construir un mapa del fracaso de los otros. En lo literario y en lo no tanto. Anoto eso que pillo en el blog de Vila-Matas que en realidad no es un blog, pese a que uno quisiera tanto que sí lo sea, no lo es, y en cambio es una página normal de un escritor que ha decidido construir o destruir su personalidad en base a citas. Los modos de relatar la propia vida en general suelen aburrir si uno no está involucrado, y las citas ayudan a dispensar y romper la precarizante economía de cómo nos interesamos en los otros; ayuda, incluso, a no aburrirse de uno mismo, que es la cosa más normal del mundo. Pero no creo que escribir sea una falta, que escribir sea ontológicamente pedir, porque también se puede prometer, ¿o cuando uno promete se está pidiendo algo a sí mismo? Que uno cita nos zafe de tener que responder categóricamente esto: “La inteligencia no tiene nada que encontrar, tiene que limpiar. Sólo es buena para las tareas serviles”. Es de S.Weil, la encontré en el blog de E. Fehuerhake, y me parece perfecta porque ahora puedo completar lo anterior diciendo, ahora si categóricamente, que escribir es limpiar lanzándose uno mismo como trapo. Como si las citas autorizaran. No sé quién escribía algo acerca de que el autor te autoriza, por ejemplo, a proponer que esa soberanía que Bataille pensó para la comunión mística del revolucionario sea trasladada a la textualidad, así sin más. “La única reacción posible -dice Vila-Matas en uno de sus artículos del blog- no es el desafío ni la destrucción sino, solamente, el robo: fragmentar el antiguo texto de la cultura, de la ciencia, de la literatura, y diseminar sus rasgos según fórmulas irreconciliables, del mismo modo en que se maquilla una mercadería robada”. Asimismo, y medio sin querer, empecé a construir un archivo –se escindió del único archivo (anual) que uso para escribir- en base a cosas oídas en el día, en la tele, y citas de todo tipo, e ideas semi paridas. Todo esto puesto como la red bajo el equilibrista. O como la excusa de tener que conectar o recrear el caos de datos con finos hilos, o la vaguedad de hacerse cargo de los propios gustos. O es que sencillamente no sabemos bien qué cosa hacer. Y por mientras está esto que, por provisorio, se vuelve serio. Y así, el lado amable de fracasar en la escritura es que no se puede escribir para siempre. Deben tomarse elecciones. Puntos finales. Comas. Los punto y coma son los más difíciles. Entonces cada párrafo es un día. Y cuesta dormir del mismo modo que cuesta poner un punto final aquí.

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Toda una tarde noche madrugada revisando citas como credenciales de invernación para fotocopias, devedeando discos viejos de emeptrés que no invernarán sino que serán regalados a quien los encuentre en la basura, moviendo cosas de un cajón a otro, las categorías de la infrautilidad parecieran ser las que más progresan, y cada tanto mirando de reojo y anotando cosas de la tele, aparece una cuestión de Billie Holiday con Armstrong que ni sabia que tenia, y también en avi un John Cage, y otro de Ella Fitzgerald, todo esto en devedés viejos roñosos, entonces todo se demora un poco más revisando cada cosa que se encuentra, y la cama se llena, y uno de pronto se ve alli encima como si tuviera cinco años y la cama llena de juguetes, botando basura de todo tipo, rellenando y vaciando el basurero, y meando y meando y meando como condenado pichi naranjo producto de tanto té rojo y betarragas.

(Miercoles 22 de Julio)

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“La ciudad (mi metáfora)
Diestra en desplazamientos, huye de la palabra
Y uno se ve obligado a la preterición”

1
En todo el texto estamos ante un visitante en transito permanente que pone siempre en tensión el lugar del hablante y las posibilidades de su mirada. Es interesante cómo se aborda la fabricación del recuerdo y de la memoria en el contexto común de las ciudades y los respectivos modos de habitarlas. Estaríamos ante la inmanencia de gozar en “los recuerdos del presente”(1) de hacerse de los propios signos para establecer pertenencias inéditas con la ciudad, con la metrópolis saturada de signos siempre ya cargados semánticamente, por una semántica a veces demasiado amplia e imposible de reflejar: ya sea por mercantilmente trazada como espectáculo o por marginalmente codificada, la semántica urbana suele entrar en conflicto con la mirada del ciudadano errante que avanza en las paginas de Pena de extrañamiento. Una especie de contrahistoria o intrahistoria que consigue evocar espacios en que el sujeto es uno con su hábitat, es decir, pese a que el autor diga que “esta ciudad no existe para mi ni yo existo para ella”(2) es posible establecer una nueva temporalidad a través de una especie de alegre agonía o de nihilismo activo que surgiría en el desfase entre los signos instituidos de la memoria de un territorio o ciudad y estos otros signos los cuales –y esta es la belleza- son afirmados en una continua alegoría de las ruinas, de los márgenes y de los insterticios dejados a su propio suerte que configuran la vida de las ciudades.

2
La memoria como patrimonio simbólico que se vuelve mercancía sumada al estatus de un constante extranjero que tiene “recuerdo sin objeto ni sujeto”(3) son el permanente escenario en que el hablante comienza a disolverse, situándose en la excentricidad que conlleva relacionarse con una relación, es decir, en la negatividad de no dejarse permear por nada que no sea el a veces ocioso quedarse contemplando todas las lejanías que conforman el propio mirar: un mirar que mira su mirar y relata –acercando a sí- la lejanía que suscita la abundancia interpelativa de una ciudad aleatoria que, por cierto, interpela indistintamente a sus usuarios, fundiéndolos en un caldo tan homogéneo como precario en sus modos de establecer pertenencias. Dentro de “una memoria de la que mi memoria se hace cargo”(4) cualquiera es pertinente y todo cobra un nuevo peso.

3
“Ese doble abrirá en mi un hueco que yo mismo no podría llenar/ con las anotaciones de mis diarios de viaje”(5). En vez de forjar recuerdos memorables nos queda aquí el aviso latente de que se vive igual en todas partes en el sentido de que la construcción de las filiaciones son siempre similares, cuestión que nos lleva a la melancolía como una actividad del presente, pues a la vez que el individuo se afirma en una identidad que efectivamente vive como autentica está –justamente en esa necesaria creencia acerca de su autenticidad- también elaborando el modo en que será olvidado. Un olvido que resulta de la saturación de rememoraciones posibles que se instalan en la urbe. Un olvido ejemplar que contrasta con esta especie de olvido activo de enunciar los espacios excéntricos de la ciudad y sus figuras: «viejos y agonizantes que fingen esperar el tren entredormidos sobre las bancas» , «una burguesa que se lavaba groseramente los pies»(6), el «palacio de cristal de la Moda del que se han apoderado pasivamente los mendigos»(7). Un olvido latente que va de la mano con esta melancolía activa que se nos abriría desde el abanico de la deshumanuización en la ciudad, mostrándonos mediante destellos la adopción moderna de lo terrible como espacio quizá excesivamente naturalizado desde el rabillo del ojo del distraído transeúnte. Por ejemplo en Pascuas en Nueva York nos encontramos ante signos cargados de una resistencia material a la solemnidad navideña: el frío y los adictos como adornos oficiales de las calles. La facticidad de la nieve en su verdad no decorativa, son todos momentos en que esa simulación de la mirada cotidiana consigue una contemplación, un quedarse en la imagen.

4
También podemos dejar traslucir una constante inmanencia en esta poesía siempre situada, y es que de algún modo siempre se conseguiría saltar de lo particular a lo universal. O más precisamente lo que se conseguiría seria quedar detenidos en el momento mismo de la relación, desmarcándose tanto del intimismo de lo particular como de la portentosidad de lo universal, en un a medio camino que reflejaría parte importante de la experiencia en la ciudad, mostrándonos cómo las miradas que uno lanza no vuelven y quedan retenidas en el espesor semántico como condensación de la multiplicidad de experiencias, evidenciando así la incapacidad de reflejarse a sí misma que tiene la cotidianidad, y en consecuencia, lo gratificante que resulta esta captura de situaciones que, por decir lo menos, no son las usualmente poetizables. Como por ejemplo este «ciego en el subway/ que levanta la tapa del reloj/ para tocar la hora con el índice (…) que dobla sobre el pecho su cabeza/ que huérfano del mundo/ y de sus ojos mira el no mirar/ en la invisible punta de sus botas»(8). No importa ese ciego, como tampoco interesa la ceguera como enfermedad abstracta. Lo que se ve aquí es como un ciudadano x (que puede ser el autor o cualquiera) se relaciona con la posible relación que un ciego establece con su ceguera. No es la impotencia del ciego relatada en primera persona sino la decodificación sutil de cómo esa impotencia funciona y puede ser dicha en palabras, de algún modo, también ciegas.

5
Ni siquiera tenemos un deseo originario. No hay un mito interrumpido para el habitante de la ciudad. Desearíamos, eso si, desear algo enteramente pero sólo tenemos que «el punto ciego del ojo/ mira a una ciudad en la que quiero vivir/ inexistentemente, con sus casas fantasmas»(9). La gran ciudad moderna cae en su correspondiente naturalización volviendo al habitante una costumbre de sí mismo que ansia experiencias inéditas. Por eso aquí vemos una exaltación de los signos que el movimiento de la ciudad toma como periféricos y anecdóticos. Una exaltación por contraste, bajándole el tono a las apreciaciones monumentales de lo que nos representa como conjunto o comunidad, dejando una tabla rasa en la cual, comparativamente, pareciera quedar fijada la celebración de un sujeto-insterticio como en La guitarrista mas hermosa del mundo, o en su poemario Paseo ahumada la serie de alusiones a el pingüino.

6
«¿Qué significan estos signos brotados de todas partes?/ En general absolutamente nada/ son a las palabras lo que la maleza a las plantas»(10). De nuevo lo mismo: el abultamiento de signos en la ciudad, ya sea la publicidad oficial de productos o esta otra publicidad implícita de ruinas vivas caracterizadas en los seres marginales que deambulan en la ciudad. En uno y otro caso estamos ante un nublamiento de la visión, una especie de ceguera por saturación, un no saber donde posar efectivamente la vista por la proliferación de signos que invitan a la mirada distraída a intensificar su distracción. Y todo esto nos lleva nuevamente a la conclusión medio heideggeriana de que la cotidianidad está imposibilitada de verse a sí misma y de algún modo sería la obra de arte (y en este caso la poesía de Lihn) la cual puede desocultar esta excesiva suficiencia del ser (por ponerlo ahora en términos levinasianos).

7
Siguiendo el hilo de esta recortada reflexión se intuye algo así como que el verdadero momento de la comunicación no ocurre cuando comunicamos completamente un contenido interior sino que ocurre cuando nos desmarcamos de los modos instituidos y comunicamos cuestiones que más bien actúan de soporte de la comunicación. Es como si la única posibilidad de comunicarnos veridicamente estuviera en el complejo juego de relacionarse con una relación y exponerla como contenido interno a esa relación; una manera no lineal de entender la comunicación que va en directa relación con uno de los ejes del texto, a saber, las mediaciones en la ciudad y la imposibilidad de ser cuerpos inmediatamente comunicados: «voz a voz/ esos cuerpos que increíblemente no se comunican de viva vida (…) voces y no cuerpos, pero no sólo voces, nos entretejimos persona a persona»(11).

8
Se duda de todo significante más o menos inscrito: «los gansos en el claustro/qué diablos significan»(12), y se duda dándole una anchura al signo hasta que reviente en su excesiva acogida de referentes: «graznan como otros rezan cuando se les acercan/ los demonios las beatas o simplemente el aire/ que resuena entre los dedos de un palto»(13). Se llenan de posibles sentidos los objetos que van apareciendo hasta que llega el punto en que se vuelven reflejo de los códigos implícitos que los situaban y daban un margen interpretativo que cede. Así pasa también en Hospital de Barcelona en el cual el caos de la muerte se opone a la ilusión de inmortalidad que seria la ciudad. El orden de la mortalidad sería el hospital y no, como se creería, las calles por las que circulan los mortales: «trayecto de la calle al hospital/ no por corto más rápido que un viaje entre planetas»(14).

9
En suma: la relación del individuo con la monumentalidad de la ciudad, con la eternidad de la ciudad, con el saberse precisamente eso: un ciudadano x al que le tocó establecer tal o cual pertenencia. Habría que mantener viva la sospecha de haberse vuelto un mero punto de fuga en el cual la cultura, la publicidad y las características de una ciudad tejieron un residuo arbitrario -pero efectivo- de autonomía. «porque aún estoy vivo y ella (la ciudad) que tanto ha muerto/ se sabe eterna, al menos, por otra eternidad (…) Aquí donde, mirándola, algo pago por verla/ saber que no estaré cuando ella sea aún»(15).

(1) Enrique Lihn, Pena de extrañamiento, Ed. Sinfronteras, p. 7.
(2) Ídem. p. 9.
(3) Ídem. p. 9.
(4) Ídem. p. 9.
(5) Ídem. p. 10.
(6) Ídem. p. 12.
(7) Ídem. p. 14.
(8) Ídem. p. 24.
(9) Ídem. p. 22.
(10) Ídem. p. 23.
(11) Ídem. p. 30.
(12) Ídem. p. 33.
(13) Ídem. p. 43.
(14) Ídem. p. 43,
(15) Ídem. p. 44.

____________________

Ciego en el subway

Ciego en el subway
que levanta la tapa del reloj
para tocar la hora con el indice
(Mención de Honor para las manos anonimas
que en el flujo y reflujo de sí mismas
se le tienden)
Que dobla sobre el pecho la cabeza
que huerfano del mundo
y de sus ojos mira el no mirar
en la invisible punta de sus botas
que lleva un bulto inmenso al que se aferra
con su pequeña mano transparente
que en el relieve de la hora toca
el eterno retorno de lo mismo:
los desiguales tramos de Maniatan.

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La realidad no es verbal

Hablar cansa: es indecible lo que es
Como se sabe: la realidad no es verbal
(cansa el cansancio de decir esto mismo)
De las palabras se retira el ser
como de la crecida inminente del río
los animales que, realmente, lo saben
a diferencia de los orilleros humanos.
Somos las víctimas de una falsa ciencia
los practicantes de una superstición:
la palabra: este río a cuya orilla
como el famoso camarón nos dormimos
virtualmente ahogados en la nada torrencial.
Incapaces, incluso, de saber qué corriente
y hacia dónde nos lleva
si todavía cabe pensar en un sujeto
el verbo ir y como complemento
un lugar que no hay —aunque se diga—
en el adverbio donde y el hacia qué denota
en el hablar de nada (siempre se habla de nada)
—lo dice la gramática— la dirección del movimiento
reducido, también, a un simulacro.
Tú y yo hablamos del amor.

Postales de Manhattan

(…)

10
Los comandos organizados para tomar por asalto
la mentalidad burguesa
revolucionan la historia pero no cambian la vida
que aburguesa a la más cruenta de las revoluciones.
Estas entregan a sus líderes y a sus comparsas
el poder del capital
más el aura —versión burguesa del Misterio—
Las alteraciones, en profundidad, de la vida
nunca dejan de ser superficiales.

Piedra sacrificial

No me quiero hacer la víctima
A lo sumo estoy cómodamente tendido sobre la piedra
de los sacrificios
y un tipo que se limpia las uñas con un cuchillo
me dice ¿qué es de tu vida?
¿No te parece que sobra?

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es

Es bueno que sea pasado el mediodía, despertar y ver a mi mama bailando ridículamente en el pasillo y que mi hermano sentado en el water igual se empeñe en mover las piernas una mano en cada rodilla y cruzandolas de lado a lado.

(Jueves 02 de Julio)

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vacante

Por estos calmos días sólo veo a la Natalia. La Betania me dice que porqué no me gusta ella mejor y es obvio que me lo dice para que me enfoque en otra parte. Y sin querer eso es lo que he hecho. No enfocarme en otra parte sino dejar de llamar y mandar meils idiotas en los que especifico que la hora de más echar de menos es entre las una y las tres de la mañana, aunque ese está guardado y no lo mandé, y es que en realidad ya no llamo a nadie –quizá por eso nadie me ha llamado en los últimos cinco días-, no tengo saldo, o sea de algún modo ni siquiera tengo celular, voy cada dos o tres días al ciber de acá en el que el dueño eventualmente fuma mariguana en el segundo piso creyendo que nadie lo nota, y veo el meil por supuesto vacío, de lo cual no deduzco nada, total las cosas van lentas y bien (hay una canción de los tetas que lleva ese coro: «todo va lento, todo va bien, fonky es el rulo y el pepino también» (!¡)), la terrenal providencia me ha prodigado la posibilidad de hacerme de unas cuantas cuestiones básicas para estas discretas vacaciones, desde la gratificante compra del mismo pendrai que se había echado a perder, pasando por una minipimer –y la consecuente posibilidad de puré, jugos, y mayonesas caseras-, selectivas compras de feria y supermercado, un cojín, colgadores de ropa, individuales, hasta la fijación de tener una bufanda de muchos colores. Hoy día por ejemplo hicimos puré con huevo, la comida infantil por excelencia que siempre me hace recordar que la primera vez que me picó una abeja mi mamá calmó mis llantos con la promesa de que llegando a la casa me prepararía puré con huevo, y asi fue y no sé porqué recuerdo que lo comí viendo al profesor rosa, sentado en el suelo, usando la cama como mesa, era el capitulo en que a don carter lo muerden los perros. Como que pensé que la abeja o la avispa o lo que fuera era una mosca grande, era chico y no conocía bien las abejas supongo, me picó en el Superpollo de Curicó, que a su vez me recuerda esa hediondez de la carne cruda y los pollos que se sentía (y todavía) cuando uno pasaba por fuera, cosa que a su vez me recuerda cuando con mi papá pasábamos a comprar ahí a veces los fines de semana que yo me quedaba a dormir. Y eso, hoy almorzamos tarde y fuimos a esa feria del Santa Isabel, compré la bufanda esa, y dos pares de calcetines gruesos. Cuando llueve estoy dispuesto a ir a cualquier parte. Es como si me fuera a perder algo.
Así que solo veo a la Natalia, y a su gato chupadedos, los tiempos muertos se han acabado, y aunque cueste tanto levantarse, sigue costando lo mismo acostarse. Alguna vez alguien me contó que en cana se untaban el pico en atún y dejaban que los gatos hicieran lo suyo allí. Le conté esto hace unos días a la Natalia… mientras acariciaba su gato.
De hacer algo asi como salir a alguna parte, sólo me interesaría ir al cajón del Maipo. Pero creo que ya se acabaron las vacaciones. O no. No pienso vacacionalmente en las vacaciones. Podría ir a alguna parte, claro, pero en el fondo estoy en la pretemporada para el segundo semestre, tirando líneas, trotando, abasteciéndome.
Supongo que la Mariela llegó de argentina hoy día, supongo que me trajo un libro, supongo que Feli en este preciso instante se convierte finalmente en Bartlebly. Supongo que Julio está jugando frisbi con gringos pensando aun en esa niña evangélica. Supongo que mi mamá está soñando que llega con una ametralladora a la Telefónica y los mata a todos.

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“No confió mucho en la cultura como mero reflejo de lo que ya hay:
es una manera bastante conservadora de ser subversivo,
cosa que no quiere decir que yo sí sea todo el tiempo subversivo:
solo quiere decir que, cuando lo soy, no soy muy cultural”
(Emre Podorov).

1.
Partamos con el crudo diagnóstico de la pérdida de todo horizonte revolucionario echo por Hopenhayn en 1994 y desde ahí indaguemos ciertas constantes: Se ha perdido la posibilidad e incluso la visibilidad de un gran acontecimiento, de algo que redima y fusione a la vida individual con la Historia o la vida de los pueblos. La revolución ya no sólo no está de moda sino que ha perdido su verosimilitud. Hasta la revuelta, su hermana menor inmanente y sin proyecto, ha perdido el significado en la multiplicación de revueltas posibles. Y ya no se sabe si son sólo las consecuencias fragmentantes de la globalización las que provocan una inofensiva consecutividad de la crítica -que en su abultamiento cuantitativo pareciera nunca poder subirse al cualitativo podio en el que se dicen las grandes cosas- o si bien esta imposibilidad de una crítica integral y radical viene propiciada desde la conformación de la sensibilidad misma. Es como si bastara con “una suma de pequeñas razones que nunca suman una razón total”(1) , una maquinaria de estrategias en la cual las formas se han vuelto el contenido mismo. El más claro ejemplo de esto es nuestra política contemporánea, la actual importancia de las estadísticas, de la personalidad misma del político, su imagen, su feed-back, su biografía, su retórica, el modo en que mueve las manos: la miserable reificación del backstage espectacular que bastantes veces se devela a sí mismo como la naturaleza incontrarrestable de la modernidad. Asi, sin los enemigos determinados de antaño –en su mayora físicos, tangibles- la violencia pierde su explosiva o programática legitimidad, e incluso su valor estético (de allí la impopularidad, para la cultura oficial, de un Stockhausen catalogando a la destrucción de las torres gemelas como una obra de arte). Y también las identidades han perdido sustancialidad: con la desterritorialización y la potencia comunicacional del poder –que siempre está dispuesto a escuchar las razones del otro para traducirlas inmediatamente a sus códigos- toda identidad pareciera susceptible de ser desarmada, trasladada y construida de nuevo en cualquier otra parte del mundo, de manera que cualquier indicio de permanencia tiende a oler a fundamentalismo, a no estar acorde a la vertiginosidad de los tiempos. El diagnostico de Hopenhayn no deja de ser atingente hoy: “La ideología de turno puede perdurar lo que dura un aviso publicitario o un reportaje etnológico en el monitor”(2) . Es cosa de atender a esto de las tribus urbanas: ya sea en la clave morbosa-moralizante de los medios de comunicación (con sus músicas terroríficas y las voces idiotas de los periodistas), ya sea en la clave más bien categorizante de, por ejemplo, el análisis echo en Ciertos Ruidos, de Andrea Ocampo, el trasfondo es el mismo: el nihilismo y la desazón juvenil recubiertos de estéticas y modos de vida supuestamente rupturistas. Y dicen que todo esto es producto del desfase generacional con las familias, de la impotencia cultural legada por la dictadura, de la cultura digital y del bombardeo de imágenes, en fin, sea cual sea el motivo, estos síntomas llamativos pero inofensivos nos hablan más de la precariedad expresiva de una generación que de un potencial complot que la contingencia esté siempre armando. Sin mayores argumentos, la impotencia se expresa con estéticas fragmentadas y descompresivas, y el poder traga esto con facilidad ofreciendo tolerancia y diversidad. Una imagen contemporánea de esto que decimos: “Recuerdo haber escuchado, en los cerros de San Antonio, a fines de los sesenta, a candidatos comunistas hablar frente a un micrófono en la plataforma de un camión. Era teatro simple con amplificación precaria, pero el discurso muy claro. Ahora, frente a las cámaras, en una conferencia de prensa, ningún político sostiene siquiera su propia voz. Por esa razón los empresarios del teatro les arriendan el espectáculo de la ilusión de calle”(3)

2 .
La cotidianidad como el ámbito de la voluntad a corto plazo. Proyectos y rutinas que se yuxtaponen sin necesariamente conformar una plenitud. Olvidada la posibilidad de obrar el destino en grande se vuelve la mirada hacia lo local e inmediato, y en esa creciente diversidad descubrimos también una creciente intrascendencia. “Todos tienen sus pequeños proyectos capaces de colmar y justificar el día, la semana, el mes, o a lo sumo el año”(4) , y asimismo todos tienen el mismo tipo de problemas existenciales al tratar de integrar en un sólo sujeto los distintos modos de comprometerse que se experimentan cotidianamente como segmentados. Y si en los sectores excluidos del desarrollo esto acarrea aún más precariedad, en los sectores que sí participan de la promesa de modernización el efecto es de provisoriedad. Asi, mientras “la primera es vivida como un drama sin perspectivas de resolución, la segunda es vivida como un descompromiso ligero y ventilado”(5). Sin embargo en ambos casos la heterogeneidad interna es tal que no alcanza a formarse (en la experiencia) un concepto radical de enajenación, ni menos aún una crítica en bloque al sistema de producción capitalista, pues se vive en la compulsión que nos lleva de un cumplimiento a otro, generando una continuidad en la que hasta la más simple de las postergaciones es confeccionada a la manera de una fila de supermercado con sugerentes productos en los costados. Lo cotidiano se vuelve asi horizonte por sí mismo, las vidas individuales comienzan a parecerse en sus pequeñas hazañas, las diferencias generan rápidamente sus respectivos mercados y, en definitiva, toda tentativa de unificar la vida cotidiana con la vida histórica sucumbe en los paliativos inmediatistas relacionados mayormente con la administración del goce y la inexorable subsistencia.

3.
A lugar entonces la paradoja del goce ¿lo establecemos en la mencionada (y costosa) coincidencia de la vida individual con la vida histórica o en el más cercano y ya diagnosticado escenario de infinitas y simultaneas ofertas de intensidad manufacturada? Digamos en principio que subyace a esta pregunta una politización de la felicidad ante la cual el autor nos brinda el siguiente catalogo del goce contemporáneo: 1) El goce de la vida está en la extatización del cambio: la sabida vertiginosidad, acostumbrarse o no, “morir de vértigo o disfrutar de vértigo”(6) (el autor termina el párrafo con la pregunta de si acaso es disfrutable el vértigo de los excluidos -retomaremos desde allí luego-). 2) El goce de la vida está en la liviandad de lazos: la plasticidad para identificarse con escenarios siempre cambiantes, las relaciones intensas y (¿en tanto?) intermitentes. 3) El goce de la vida está en la ocupación de insterticios: ya obsoleto el proyecto reconciliatorio-emancipatorio, queda la chance de gozar en la introyectiva identificación con las pequeñas rupturas al interior del desencanto o el vago optimismo, “ridiculizar el poder con la complicidad de algunos pares, o capitalizar para beneficio personal las brechas que abren los desequilibrios macroeconómicos”(7) . 4) El goce de la vida está en rescatar del romanticismo la apuesta por la pasión: si “el más allá de la utilidad es el dominio de la soberanía”(8) entonces el propio cuerpo puede ser ofrecido como campo de batalla: inmolación, arrojo, terrorismo meramente artístico, o el romanticismo de arrancar hacia adelante. 5) El goce de la vida puede venir del gusto por las formas: en una cultura desencantada las formas ya no se subordinan al contenido: posibilidad de fabricar contenido mediante la combinación inédita de formas y a su vez imposibilidad de un contenido, de un significado que no sea irreductible a la infinita referencia de unos significantes en otros.

4.
Obviamente el vértigo de los excluidos no goza de la espectacularidad del vértigo que nosotros conocemos, sin embargo no es la pobreza absoluta un argumento suficiente para superar el goce como forma, insterticio y provisoriedad en general. Para ello se requiere una crítica e incluso un modo de vida permanentemente crítico, pues estamos implicados subjetivamente en la concepción del goce que hasta aquí se ha establecido, de modo que esto que parece un dato duro de desencanto es a su vez la posibilidad de tomar opciones radicales, inverosímiles para el estado actual del mundo, pero consistentes si optamos por no naturalizar este catalogo del goce que, aun siendo cierto, no es sino un conjunto de actividades humanas. Cuando “el conflicto circula ordinariamente dentro de sí mismo”(9) y no se le liga con estructuras y lógicas mayores, por ejemplo cuando el conflicto se reviste del orgullo de la instantánea y desechable universalización de los medios de comunicación, caemos en la parcelación cómplice de la dominación, en la consecutividad ingenua de las críticas. Lo mismo cuando nos contentamos con la irónica ridiculización del poder o el extático ofrecimiento del cuerpo como campo de batalla o significante provisoriamente subversivo. ¿Entonces debe desecharse cualquier tipo de resumen del acontecer mundial del mismo modo que debe claudicarse toda acción de protesta? La intuición es obvia: todo el saber acumulado y los avances tecnológicos, y también todo el amplio catalogo de acciones revolucionarias, son útiles al concepto de vida que queramos emprender, y como mínimo aquí sostenemos que la precarización de la vida que ha diagnosticado Hopenhayn, pese a estar avalada institucionalmente (desde la cultura light, desde los medios masivos de comunicación, desde la espectacularización general de la vida), es una entrada permanente para hacer críticas radicales. ¿Y sabemos qué críticas radicales haremos? ¿Es acaso el mero desencanto nuestro consenso? Por supuesto que no hemos resuelto aquí nada de eso y hemos intentado, cuando menos, hacer verosímil el lugar de un actor social que no sea inmediatamente homogeneizado y suavizado, un lugar, un sensorium, que sintetice de algún modo la dicotomía entre la vida cotidiana y la vida de los pueblos. Sin embargo, algo de contenido tiene este posicionamiento aparentemente preparativo, y quizá sólo en este sentido subjetivo sea cierto que “el poder es virtual y sus victimas lo actualizan” (10), lo que nos lleva peligrosamente a un terreno en que pareciera ser cosa de cada uno estar a la altura del propio concepto, como si fuera algo subjetivo en el sentido de mi-modo-de-ver-las-cosas, y no: cuando decimos subjetivo aquí nos referimos al tedio común y corriente en el que coincidimos como sujetos históricos: el aspecto más objetivo de la intersubjetividad en tanto hemos descrito hasta aquí un cierto soporte para este tedio. Antes de que el goce contemporáneo venga a rescatarnos, coincidimos en comunión negativa respecto de la precariedad de las ofertas. Hoy existe una creciente masa crítica que no sólo sabe lo que no quiere, sino que intuye a la perfección el modo en que se les quiere infantilizar haciéndoles creer que no saben lo que quieren hasta que el Estado o la cultura oficial lo promueven. Sabemos que “lo carnavalesco, en nuestra escena, proporciona el techo simbólico necesario para producir la ilusión de rescate temporal”(11) . Sabemos que el agrado frustrante tiene un tope. Y es cierto: aún asi no concebimos del todo la posibilidad de la revolución, pero de eso no se sigue necesariamente que en el momento cero del nihilismo seamos una colección azarosa de individuos, de pasiones, fragmentos, y apuestas que se cruzan sólo en el mercado y sus fetichismos, o en la revuelta intermitente y descompresiva; pero tampoco nos une previamente nada interior o sagrado, sino que estamos surcados con la misma historia de metarrelatos que estallaron en la producción serial de relatos ad-hoc. “Llega un punto en que el hombre siente una escisión entre su existencia y su concepto”(12) y nuestra primera reacción ante esto es el develamiento de la producción institucional de ese goce serial que socializa y reparte tal escisión, para así acompañar y apoyar desde la teoría una cotidianidad crítica que vaya en esta misma dirección. Pero todo esto es sólo una apuesta al interior de la cotidianidad que ha fijado al concepto en su aspecto meramente negativo, es decir, en la apertura que generan las determinaciones de la cultura –y no en la autoclausura: en la diagnosticada ceguera por abundancia de lo cotidiano-. La parte restante, la parte positiva, el fundamento y el desarrollo, el concepto mismo de hombre, vida, cotidianidad, felicidad, etc, son cosas que se han mantenido implícitas por estar fiados de compartir la misma intuición acerca de esos conceptos.

(1) Martin Hopenhayn, Ni apocalípticos ni integrados, Ed. F.C.E., p. 19
(2) ídem, p. 21.
(3) Justo Pastor Mellado, Textos de batalla. Fragmento sacado de Revista Hueders, http://hueders.wordpress.com
(4) Martin Hopenhayn, Ni apocalípticos ni integrados, Ed. F.C.E., p. 22.
(5) ídem. p. 24.
(6) Ídem. p. 28.
(7) Ídem. p. 29.
(8) Georges Bataille, Lo que entiendo por soberanía. Ed. Paidós. Barcelona. p. 64.
(9) Juan Rivano, El punto de vista de la miseria, Ed. Facultad de Filosofía y Educación Universidad de Chile, Santiago, 1965, p. 15.
(10) Martin Hopenhayn, Critica de la razón irónica, Ed. Sudamericana, p. 130.
(11) Justo Pastor Mellado, Textos de batalla. Fragmento sacado de Revista Hueders, http://hueders.wordpress.com
(12) Juan Rivano, El punto de vista de la miseria, Ed. Facultad de Filosofía y Educación Universidad de Chile, Santiago, 1965, p. 27

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Llego con un dolor de cabeza ni tan intenso pero suficiente como para no dejarme dormir y también para no poder estar despierto haciendo algo. A ojos cerrados esperando la autorreparación, me duermo después de sólo escuchar todas las noticias. Como a las 3am despierto, dos capítulos de CSI, un yogur, y a dormir de nuevo. El día empieza sin proyecto alguno pero con la cabeza buena. Sin ganas de almorzar me tomo el herbalife que calla el rugir de la guata. Voy un rato donde la Natalia. Se nos ocurre que para no tener que estar bajando a abrirnos nuestras puertas manuales deberíamos tener cada uno una copia de esa llave. Entonces estoy esperando que abran el copiadero de llaves del Unimarc y una paloma coja se las arregla para llegar hasta unos restos de comida en la baranda rebotando contra la muralla.  Por lo menos es una paloma y no tiene vergüenza ni nada. Como que miro cualquier cosa. Todo importa un poco y después ya no. Algo de obviarse debe haber en la retención infructuosa de las cosas, de las situaciones, incluso de lo que ni siquiera es. Las parejitas salen riendo con bolsas de supermercado para ir a almorzar. Y casualmente veo pasar a los dos viejos raros del barrio: una octogenaria flaca y alta que pareciera estar muerta o disecada o echa de papel maché muy pintarrajeada y vestida como si fuera rica, sólo la veo entrar al supermercado, pero todas las veces que la he visto dentro está reclamando cosas sin sentido, igual que el otro caballero de cara rosada y pelo blanco: de muy buen vestir y con una apariencia más razonable que la otra vieja, lo que hace éste es ordenar cosas, también anda vociferando sólo, pero más que nada se le ve ordenando, ahora por ejemplo, apenas ha llegado se ha puesto afuera del supermercado a meter los carros en sus rieles. Al finalizar se ha quedado en posición como de guardia de seguridad o de algo que tiene que ver con el supermercado. Supongo que es un poco como la paloma, hace lo suyo no más y no tiene ninguna especie de rebote que ponga sus actos ante sí mismo.

Todavía no decido nada y me llama B. En el camino encuentro un perrito de peluche muy cabezón y barato y se lo regalo. Se compra su guitarra electroacústica, derivamos a unos completos y allí me pasa algo no se si bueno o moralmente reprobable: pago con dos lucas y me dan vuelto como si fuera de diez. El cajero se confunde, yo no digo nada, espero que él se de cuenta de su error, entonces estoy a punto de hacer el gesto heroico y decirle que me está dando vuelto demás, en serio que estoy a punto porque incluso él nota la sorpresa en mi cara y me pregunta si está bien el vuelto, mientras pienso en mi papá y en cómo me ha dicho que valora esas pocas veces que la gente le dice cuando le han dado vuelto demás, pero me callo, recibo el excedente y me como un italiano y un café. Sólo al salir le cuento. Compro devedés, te rojo y el Clinic. Dejo a la porcina en su micro y me devuelvo caminando, comprando braunis y galletones en los quioscos.

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crecimiento por felicidad

ae

Tengo malas experiencias y crecimiento para largo rato.
Ahora mismo…me gustaría canjear
algo de crecimiento por felicidad.

(Harvey Peaker, American Splendor)

A los quince años miraba a mis primos de veintitantos y se veían como personas más o menos terminadas. Pensaba que algo así iba a pasarme. Que iba a terminar de hacerme, que el crecimiento iba a parar, que algo de esta desordenada conciencia de estarse haciendo iba a fundirse y coincidir definitivamente con el producto final. Luego, cuando me di cuenta de que el plazo se estiraba y se estiraba –y que el desfase de sí era bueno-, lo dejé. Como todos, supongo. Y lo mismo sucede ahora: miro con cierta extrañeza a los que trabajan, viven en pareja, o incluso tienen hijos. Y es como si de nuevo fuese el adolescente que mira a sus primos grandes y cree que llegando allí forzará esa coincidencia consigo mismo que suele denominarse madurez. Sin embargo ahora sé que, de un modo u otro, se dará y, en vez de cerrar, abrirá las posibilidades de plasmarse. Como todo lo que se siga desde allí en adelante: puras plataformas de comodidad y sobrevivencia que simulen la preciada coincidencia: debe entonces haber alguna gracia en cumplirlas e imbuirlas del crítico desfase.  Asi lo que viene siempre es una más de las posibilidades de coincidir o seguir en el desfase. Y es suficiente. No sé respecto a qué, pero es suficiente. Crecer por cumplir etapas alguna vez debió tener sentido, claro, pero ahora no hay más sentido que volver medio a eso que antes era fin por sí mismo: canjear crecimiento por felicidad, es decir,  la subsistencia como  medio. ¿Y el fin? Eso es algo que ya sabíamos a los quince años y que  se ha ido complejizado no más. ¿O no?.

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5 am

5 am
la niebla
en bici
curaos que aparecen como almas en pena
o signos de interrogación sin frase
todo niebla echo pedaleo helado
las manos son rojas y duras
los perros son dioses provisorios
las casas cosas referidas entre sí
y las orejas van arrugadas enroscadas
hacia el cerebro.

(8/09/07)

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haikus temporeros

1
Mi tronco sobre el suyo,
reposo y como
en la punta del manzano.

2
Dos cajones mesa y silla,
cuerpo inclinado,
Mancilla come sólo

3
El humo de los termos,
tomates, moscas.
Dormimos entre maquinas

(Febrero 2008, Curicó)

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brisa y luz

Señoras estirándose como osos polares
a través de acuarios espesos
con bolsas de Falabella como armas atroces.
Volición sin devolución,
Señoras gordas y feas reptando como aceite hirviendo
y el mundo una paila.
Familias estándar con estándar espíritu,
el instituido movimiento es lo que mezcla
y genera la apariencia de mundo
Cristo es crucificado cada dos minutos
y cada vez que vuelve es lo mismo:
Temple de velador con vaso de agua añejo,
por abundancia o falta de vida,
euforia de conserje.
O pequeñas tiranías con disueltos dictadores
y algunas mesas y artefactos lentos y pesados
como guardianes ontológicos de nuestras pequeñas direcciones:
Fatúm a la chuña, creen que así funciona:
Culpa calco del gordo vacío que llevan y
que no merece ser llenado.
Salvo con la bilis que cansa a las cosas.
Salvo con luz y brisa:
Esa luz que es sacada a combos.
Esa brisa que es lo que lloran las casas
cuando dormimos.

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sin y sí

Un día fui a decirle que la amaba.
Ella no entendió nada.
Yo me fastidié, y fui a la estación
a ver pasar el tren.

(Teilleir)

Asimismo, pero en vez de estaciones de trenes
siestas y noticiarios.
Y la mutua comprensión de la cual no se sigue nada
salvo el desglosamiento fáctico de lo imposible.
Y asi, en vez del categórico fastidio,
un leve aire de falta que acompaña
y vigila como carcelero
mordiendo despacio
como cuando los animales juegan
y no saben
qué
quieren.

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BRUNO
Cachaste q los pelotudos de la U, pusieron que salí de la promoción 2001, o sea es raro porque entramos el 2001 igual, no cacho, porque promoción, ¿es la promoción de cuando uno sale de la guea supongo o de cuando uno entra?…filo, era no más po amigo, esa universidad de la puta madre gueon es un amor igual la caga.
Chao amigo, nos vemos el finde.
Un beso te quiero.
Vente luego gueon, la lluvia de acá es tan tristemente amable y fría…da pena gueon.

YO
Ah perdón amigo no había visto este meil amorosísimo y pensé que estabai puro enojao porque me demoré con el trámite del ranking de egreso. Yamiguito, este finde me quedo eso si…. y de ahí en las vacaciones no sé, tengo un taller en el que quedé los lunes y jueves pero igual voy a estar yendo palla. Besitos. Nos vemos. Ha mi cel cago pos… pa siempre parece.

BRUNO
Acá las cosas suceden suaves, como nubes, hoy hubo un día de sol extremadamente agradable y productivo. Me junté con P en la mañana y trabajamos un poco en lo del documental, a la hora de almuerzo fui donde E que se tuvo que venir del trabajo porque se sentía mal. Almorcé allá, junto a ella, su resfriado, su papá y su mamá, conversamos sobre la fiebre porcina, la casa que se están construyendo en el campo y sobre las parejas que llevan mucho tiempo casados. Entre unas ocultadoras risas, ambos, padre y madre, concluyeron que de verdad ya no se querían. Cuando se fue el papa de E, la mama dijo bromeando: «el otro día pensaba, por dios que se va a ver feo este otro cuando este muerto en el cajón…». Yo lo encontré extraordinario, la capacidad de poder pensar esa situación me maravilló, pensar en tu pareja muerta y ponerte en el caso de que, estéticamente, va a estar poco aceptable en su ataúd, lo encontré impresionante, inesperable de una señora de 50 años, sumamente domestica y común. Le dije sobre la misma, que debería escribir, tener una agenda y anotar ideas sueltas, o no tan sueltas. Después del almuerzo me junté nuevamente con P, fuimos a la estación a ver unas locaciones y de paso abordamos a una «palomita» (viejitas antiguas simbólicas que venden tortas curicanas a los pasajeros del tren). Le contamos sobre el proyecto-documental y aceptó participar. Luego decidimos ir al canal TVR y golpear la puerta para saber como es el truco de pasar un programa por la tele. Nos atendió nada menos que el director del canal, una persona cualquiera, en una casa cualquiera. Se prendió con lo que le hablamos y quedamos en contacto, parece que accedió a entregar el espacio televisivo para pasar el documental. Nos fuimos, pasé nuevamente donde E, estuve un rato infectándome de fiebre porcina, me tomé un jugo, me calenté un plato de tallarines y estuve acompañándola durante un par de horas. Me vine a las 10 parece y me metí a la pieza. Encendí la maquina recién, me comí un pan con paté de campo y me hice una limonada con miel. Miel y nubes, un día suave gueon.

YO

1
Puta que te echo de menos gueon. Deberíamos escribirnos más, o sea, deberíamos escribirnos una que otra vez. Ya voy a cumplir un mes en esta cana de santiago. Hoy ha sido un día raro, por lo menos en comparación al resto de la medianía. Pero allá le cuento los pormenores amigo. Acá todo permanece imperturbable, es un orden extraño que seguramente tenga que ver con que veo a la misma gente siempre, y me gusta asi, una mismidad agradable en la que tiramos líneas como un sistema nervioso extra, hago lo que tengo que hacer lentamente y a veces agrego un par de cosas extra, como este taller de poesía que es bien escolar. Hago lo que hay que hacer y, eventualmente, por espejeos en los que creo, odio mi conformidad, entonces la estudio, y llego a la misma conclusión: está bien asi, está básico, estoy básico.

2
Feli pasó recién. Andaba pagado, llegó y lanzó el fajo de billetes de a veinte lucas encima del cobertor, te compro lo que querai me dijo, pero no quiero nada, dice que me regala su Crítica de la Razón Pura original y el control remoto de su tele que es el mismo que se me perdió o rompí o ambas cosas a la vez, quizá vuelva en media hora dice, quizá vuelva y yo todavía no quiera nada. Me parece insípido beber y conversar hoy porque tengo un sólo tema en la cabeza y no quiero aburrir a nadie. Releo unos poemas de Bukowski con los pies helados y me parece hermoso. Quisiera que estuviera aquí ese viejo de mierda. Tocan el timbre. Es Feli. Estuvo un rato aquí y se fue. A la Bárbara se le quitaron las ganas de que fuéramos. Yo tampoco tenia ganas de nada pero vi a Feli entusiasmado de compartir como asalariado padre de familia en su casa con su señora asi que me animé y rápidamente me desanimé. Asi que aquí me tiene amigo, pelotudamente vestido para no se qué.

3
Cuando llegué denante el Julio estaba tomando con dos tipos. Siempre son hombres. “Algún día me gustaría llegar y ver mujeres en el living gueon”, le dije. “A mi también” me dijo”, y se fue no sé donde. Lo bueno es que se trajo de donde Nano el Shakespeare never did it, una versión especial, rectangular, con fotos a pagina entera de nuestro queridísimo cabeza de gorila. Pienso fotocopiarlo e incluso hacerme estampar una polera. Asi de adolescente no más.

4
Hoy día tengo pena gueon, de esa pena que uno usa para quedarse boca arriba en la cama como si tuviera quince años. Y eso hice. Llegué hasta la humedecida de ojos y retrocedí. ¿Te imaginai ponerse a llorar en la sala de computadores de una universidad privada?, nada que ver pos. Todo me parece un poco inoportuno y desencajado hoy, y eso provoca una buena distancia con todo Podría perfectamente acompañar a alguien cuyo padre ha muerto, estar en silencio, comer en silencio, con la tele encendida y muerta. Entonces llama la Natalia. Creo que no conocis a la Natalia. Es blanca y larga y tiene pies de hombre. Y tiene un gato que es la guea más tierna del mundo. Le dije que Feli tuvo problemas y que no hay nada. Ambos quedamos vestidos para nada. Asi que decidimos salir a dar una vuelta. Comprende mi tono de voz y todo lo que hay detrás. De algún modo ella está en lo mismo. Saldremos a errar no más. A la vuelta sigo.

5
Y eso. Ahora son las dos con veinti dos de la mañana. Nos sentamos en unas cervezas y papas fritas. La Mariela siempre quiere papas fritas. Cachai que apenas salí tome Namur y un taxi se detuvo en la roja y por la ventana del copiloto un tipo se asomo y me dijo “BUEEENAS OREJITAS CÓMO ESTAI”, “¡COMO LAS GUEAS!”, le dije, yo y mi gorro de mierda que hace que la gente crea que puede decirme cosas ingeniosas que nunca lo son. Pero me sentí mal de contestarle asi, como esa vez que el síndrome de daum que envolvía en el Lider me apunto y se puso a gritar “el chavo del ocho el chavo del ocho” y yo le dije “primera vez que me dicen eso”.Y después en Lastarria unos gueones le hicieron unas farumallas a la Natalia mientras pasábamos y yo les dije “vengan po mijita les guste?” porque ellos dijeron algo asi como “saco a pasear el mono mi amor?” y yo se supone que era el mono pos asi que me boté a choro en realidad sólo porque creí que eran maricones de Lastarria o gueones penca con chaqueta de cuero y yo en mi estado de melancolía sentía que no tenia nada que perder. Y ahora ya llegué me hice un té con leche y estoy listo pa ver mi capitulo de CSI y dormirme. No sé qué me ha dado por tomar tanto té con leche. Hasta mañana Bruno.

6
Soñé que jugaba play. Soñé que estabai bos. Debe ser porque te estaba escribiendo y porque les dije a las cabras que “el bruno me mando un meil tan bonito”. En el sueño bos cocinabai una cuestión bien rara que llevaba paltas partidas con las cáscaras y todo, pero era en caliente, y estaban todos medios ebrios, y yo estaba en la pieza que ahora es la del Julio, mi pieza de antes, y estaba despertando, pero no me acuerdo de nada más, ese sueño fue antes de las seis de la mañana, porque me acuerdo que a las seis nos despertamos a mear y quedamos hablando en el pasillo, escuchando unos curaos abajo saliendo del after o de las putas seguramente, gritándoles eventualmente cualquier cosa para abajo desde nuestro derecho soporífero. Dormí como 10 horas con ese sueño pesado que uno sabe que debería levantarse pero sigue y sigue durmiendo. Hay días de esos y también de esos otros en que uno salta de la cama como si te hubieran puesto una patada en la raja (a través de estos últimos han comenzado casi todos estos días). Y eso. Me vai a perdonar la extensión pero parece que uno se aprovecha de estar referido.

7
La Marcela Patagona me mandó un flayer de una guea que va a haber acá en unos días más: una lectura de poesía de indigentes. La guea maravillosa. Me importa un pico si es financiado por la concertación en su infinito potencial conservador y conciliador o por la UDI o lo que sea: quiero ir a ver esos escritos, escuchar poemitas quitados de bulla, simples, hechos desde la fealdad y la miseria, quizá haya algo bueno, no podría no haber algo rescatable allí. Voy a tratar de llevar un pendrai y grabar o en su defecto hacerme de la publicación correspondiente, si es que la hay. Poesía en situación de calle, algo asi se llama la guea.

8
Y en eso se pasa uno los ratos libres amigo. Ahora que ya no quedan muchas pruebas ni nada aprovecho de leer. El redescubrimiento del mes de Junio fue Pablo de Rockha. Allá en Curicó tenemos unos grafitis con su nombre te ai fijao. Podriai ir a Licantén, como parte del documental, o no, no, mejor que sea parte de otro documental de poetas de la séptima región (y de pasada nos incluimos no más, si que tanta guea), ¿te acordai de la Germia?, no es que esté divagando gueon, lo que pasa es que el otro día la vi en la u, ni la reconocí (estaba más rica que antes e igual de seca pal pinpon), y me iluminó, me dijo una guea bien obvia pero que nadie me la había dicho asi, yo le estaba diciendo de la precariedad de mi campo laboral y de mis individuales ganas de escribir y escribir y ella me dijo que la mano estaba en asociarse, en asociarse con sociólogos, artistas, etc y armar proyectos y concursar en todo tipo de gueas. Y algo asi estai haciendo bos o no? Pero a mi me da cosa volver a Curicó. Me da cosa quedar clavado en mi casa de Curicó como un retrato vivo junto a los cuadros del rodeo y las demaces fotos familiares ominosas. Me imagino que si volviera por un tiempo allá ya no podría volver acá. Pero algo podrá hacerse viajando eventualmente y contactándose con todas las tecnologías que tenemos a disposición pos. Hablo a largo plazo sí, porque me queda este año y el próximo para ser un cesante ilustrado. Supierai el miedo que me da ese momento. ¿Qué pasa si no encuentro ninguna mierda de trabajo? No quisiera terminar trabajando en cualquier basura para pagar este cuchitril. Todos opinan que debo cambiarme pero no cachan que existe esa guea que se llama mes de garantía. Asi que por de pronto está bien esto, quizá cuando trabaje tome decisiones más drásticas. Como teñirme el pelo rubio, comprarme un auto, y usar mocasines (jue!). Este ser mantenido tiene su plazo y estoy vivito. Además, las ganas de quedarse en Santiago tampoco son una mera arbitrariedad pos, acá están mis amigos y la cultura pos, el engranaje básico pa mantener prendido el espíritu. Asi que es un miedo vano y uno se preocupa cuando hace la ficción no más, porque la verdad es que el próximo año, ya haciendo la práctica, voy a saber de qué estoy hecho. Como Arturo Bandini pos, ni carne ni pescado, siempre esperando dar su golpe.

9
Empieza la final de la U con la Unión. Muestran al público en el CDF. Tengo un mute la transmisión del partido. Por la huincha de abajo sale que Curicó le gano a Palestino en un amistoso con gol de Cesar Díaz. Echo de menos ir al estadio. Echo de menos un paseito por la alameda llovida con Bruno. Yo creo que llego el jueves en la noche y nos vemos al toque.

10
Me tomé mi batido de Herbalife y sigo en piyama. Si gueon, estoy tomando esa mariconada pa bajar de peso. Sustituyo una comida al día, el almuerzo o la oncecomida. Y funciona parece. La guata no gime y hasta se ahorra el tiempo de cocinar y comer y lavar la loza. Hasta menos caca se hace. Y como con hambre, no por horarios, llego de la u con hambre y como. Y el otro día hicimos eso de volverse trotando de la u después de jugar pinpon. He mejorado el revés, quizá estaríamos más parejos ahora. Ahora voy a hacer hamburguesas de soya para lo que resta de la semana. Harina, carne de soya, cebollín, cebolla, zanahoria, pimentón, ajo, huevos. Y en el horno eléctrico pa no usar aceite. Me resta entregar una prueba de griego para el martes. Y eso. Eso es todo. La Unión hizo el primer gol recién a los 21 minutos. Y cachai que ponen canciones los gueones de CDF radio, ahora en medio del partido dicen bueno escuchemos alguna cancioncita y pasan cult of personality de Living colour.

11
Oye y que bueno que se vean con E aun y que puedan asumir el peso histórico o incluso saltárselo con pura suma de inmediatez, aunque esa historia está tibiecita, recién salida del crematorio, no ha pasado tanto entremedio, creo. En mi caso, usted sabe amigo, la cosa es distinta. Te fijai que oscilo entre el usted amigo y el bos culiao?.

12
20:09. Hice como 15 hamburguesas, o en realidad hice varias tortillas y las subdividí convirtiéndolas en hamburguesas cuadradas, como sea, me comí dos en tremendos sanguches con tomate y palta, y mientras se hacían leí a Lihn, pretendo en estos tiempos de holgura finiquitar todas esas fotocopias que están a medio leer, y llegó un amigo del Julio que se ganó un plato de garbanzos, venia del partido de la U, y ya se va, trabaja para un diputado en Viña, la Mariela está de cumpleaños y para allá vamos luego, a compartir con simpáticos poetas de dudosa sexualidad, a beber vino como alguien razonable. Por estos días todo gira en torno al ritual de la comida y de las aguitas.

13
18:11 del día siguiente, o sea domingo cinco, un cielo ocre resplandece homogéneo, no se cuela luz por ninguna parte en la esponja densa y pareciera que fuera una sola nube sobre todo. Tomamos once con Julio, té con leche y hamburguesa gigante con queso, tengo la cabeza mala y lenta, es como circular abriéndose paso entremedio de una jalea de sillas tenedores y cosas. Todo cambia en muy poco tiempo y yo espero que justo en este punto todo se detenga y se hunda en sí mismo lo suficiente como para hacer caso omiso a la temporalidad de afuera y sus juicios cosificantes. Debería uno, a la vez que se hace cargo, poder obviar las precarizantes determinaciones históricas; y asimismo debería uno poder forjar otra temporalidad paralela echa de carne y situaciones que suturara sin querer esa herida –sin querer, de rebote, porque cuando el único propósito es suturar se vuelve un acto meramente terapéutico, sin riesgo-. Un obviar activo que repare sin moralizar la yaga. Una conciencia no dolorosa del dolor. O sea: una elección bien hegeliana-luterana: el perdón como actividad no enajenada de romper las cadenas de determinaciones Fácil, decirlo desde este lado, sí. Pero dispuesto a anularse y ser la comprensión del otro.
¿Qué cree usted amigo?, ¿me comprenderá ella o estoy puro dándome vueltas como Bielsa en sus conferencias de prensa? ¿Cachai de lo que estoy hablando en jerigonza? El otro día en 1810 Egas le soltó una fundamentación de su amor a la Andrea… tan bonita y enredada la guea por dios, era como Bielsa declarándose a la amada. Pero bos no veis esa cagá de reality o si. Entonces amigo, ¿qué me dice?, por supuesto que esta es la lógica de la guea cuya traducción a contingencia no es tan difícil de hacer. Yo sólo espero poder ser esa traducción. En eso estoy.

15
Hago tanta caca que no sé como no desaparezco. Un día de estos se me va a pasar la mano y voy a terminar expulsando los intestinos. Un día voy a entrar al baño y luego nadie comprenderá cómo es que desaparecí. Julio me dice que es una buena idea para un cuento. Como Cuando pienso en mi falta de cabeza de Couve o La Nariz de Gogol: en ambos relatos al personaje se le pierde una parte del cuerpo y comienza su búsqueda, como si fuera la billetera o cualquier objeto que se ha extraviado.

16
Algunas imágenes de anoche en casa de M: H.H. defendido de un cucharazo (de las cucharas grandes de palo) por un desorbitado Julio que ni sabia qué chucha hacia allí en medio de la lucha de egos de la novísima poesía, aunque yo creo que el que pierde es el que desenfunda primero, y dio la casualidad que el agresor no era un poeta sino uno que defendía el honor de otra niña a quien al parecer el consagrado de las letras había – en términos de la propia afectada- “roteado”. Una cocina llena de gente en estado más bien deplorable discutiendo y reduciendo al agresor es una cosa divertida de ver cuando uno se mantiene razonable en su razonable vino. Deberían agarrarse a palabrazos mejor, fue lo único que les dije. Otra foto: Actor: Julio. Pero esto sucede en el baño y en realidad los que saben son los que saben. Usted ya sabe amigo. Y por último, aparece con un tortazo en la cara pidiéndome que ACTUE COMO UN VERDADERO HOMBRE Y LA DEFIENDA, lástima que el vino me vuelve alguien aun más razonable y termino conversando con el agresor, enterándome periodísticamente de todos los detalles. Finalmente él se excusa ante ella. Despierto peinado como yimi neutrón, asqueado, toco su pelo y duermo.

17
Vai a tener que imprimir esta guea parece pa leerla con calma. Perdona gueon. Yo la verdad no sé si es que pasen tantas cosas asi como las cuento o si el hecho de estártelas contando a bos hacen que sean. En cualquier caso, esta carta-diario va a crecer hasta mañana yo cacho cuando te la mande en la u. Ahora habrá que bañarse. Sí.

BRUNO
Amigo me alegro de todo lo que me contó, me alegro de Julio y su hermoso relato fotográfico. Saludos a Julio por eso.
Yo acá me muevo entre reuniones con P, encuentros conversacionales con algunos personajes medios marginados de Curicó, una que otra juntá con un par de locos (Joao del Arte-Curicó) pa armar la revista y un poco de amor con E. También me muevo y junto con unos viejos culiados que son profesores que vivieron la municipalización de la educación, pa la tesis de M, que de verdad me tiene re poco motivado.
Mañana me junto con Y para diagramar la revista y necesito que escribas algunas poesías sobre Curi. Una salida a comprar al Unimarc, una llegada al terminal de buses, un paseo por la alameda, qué sé yo, o un recuerdo de algún lugar curicano de un pelotudo que esta en Santiago…..yo voy aportar con unos relatos de mierda y con una especie de sapeo del monopolio artístico-cultural de las universidades curicanas…
Hace un rato salí a juntarme con un profe de unos 70 años que me dejo plantado. Simplemente no llego, lo llamé y me dijo q mañana sin falta. Estaba en el centro y decidí pasar a dejar un CV a la Santo Tomas. Este tramite lo hice con tal desgano que ni siquiera le hable a la secre q me atendió…»vengo a dejar un CV» fue todo lo que le dije, me habló algunas cosas sobre a quién se lo iba a pasar y me di la vuelta y me fui. Andaba en bicicleta y me vine por O’higgins, pero cuando llegué al gimnasio cubierto de Curicó, me baje de la cleta y me vine caminando. Pensé en escribir sobre la calle O’higgins, la calle de la feria, la calle de las putas, la calle de la caca (hubiera dicho tu hermano pancho), de los perros y de los indigentes alcohólicos. De ahí lo hago…ocupar la tarde se presenta como una cuestión casi laboral sin salario. Como que trabajo más q varios putos dirigentes o supervisores comunales de educación y no recibo un puto peso. Estoy un poco molesto amigo, disculpe, medio quemado con toda esta mierda…no, la verdad es que no estoy quemado, solo me está molestando un poco mi propio descontento.

Ya amigo, lea esta huea aquí no más, no la imprima vale, no quiero que esta huea viva mas que hasta su persona. Y acuérdese de los poemas pa la caga de revista. Sabas que alucino que con estos cabros vamos a crear una productora (interdisciplinaria) en la cual tu también podríai participar, en la reunión del viernes salió la idea de un espacio de filosofía pa la revista…la huea amplia la tiro P, esta la idea por último. Acá en Curicó hay pura mierda de cultura, entonces está la mano pa hacer hueas con sustancia, pero pa tirarla pa fuera y pa dentro de Curicó si po, concursos y proyectos pa ganar lucas mínimas y hacer un poco lo que a uno le gusta…una vez Marín me dijo que en la muni de Curi siempre llega harta plata, que nadie concursaba y que las lucas al final se perdían…bueno q sabe Marín po…o sabe?
Me voy amigo, son las 6 con 50, tengo hambre, a lo mejor eso me tiene molesto.
Un abraso gueon, a lo noche escribiré la caga de relato sobre O’higgins, te la mando pa q me digai lo que querai…
Vente luego hueon, también te extraño…

PD: nuevamente comencé a sentir esos ruidos que vienen de la cabeza, esos zumbidos que parece que te conté alguna vez q escuchaba… y en el pasaje de al lado del mío, el sábado el agua servida les salía por los waters a los vecinos y se inundaron varias casas, colapsó todo el alcantarillado. No se podía salir ni entrar en auto de mi pasaje. Enzo andaba feliz a pata pela por la lluvia, corriendo piedras y otras hueas pa pasar por la vereda.

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ofrendado pero cosificado

“Cuando lloraba, creia que todo el mundo lloraba conmigo”
(H. Miller)

Aquí al lado hay una guatona escuchando Metallica súper fuerte. Los tonos de los celulares son todos horribilísimos. Y lo que hablan también. Me vine caminando de la casa a buscar mi prueba de griego que debo entregar el martes. Despacio, para no traspirar tanto y que la ropa dure más. Y ahora volverse caminando supongo. Muchos días perfectamente normales coronados por lo obvio. La obvia historicidad de uno que vuelve y vuelve y vuelve cuando hemos sido lo peor para la mejor. Sartre y la envidia ontológica al ser sido de las cosas me infecta y no quiero, nadie está dispuesto a ya haber sido, sin embargo respecto de los otros a veces no puede hacerse nada. Hacerse ser desde los otros nunca es tan gratis, acabo de saberlo, mis intestinos, mis manos, mi mochila, mis pies, acaban de saberlo: en su ojo aun sigo cosificado, y, pese a esto, permanezco lanzado, ofrendado como todo lo que en ella no soy. La falta de orgullo a veces puede confundirse con soberbia. Y supongo que esa es la gracia. Chapoteo en lo desfavorable. Porque el individuo muere gozoso de prójimo en prójimo y lo que queda es esta materia violenta eterna ofrenda de todo en todo. Este proyectarse para caer de hocico, al suelo, a nada, a su risa, a su lo siento, a su ya fue, es la mera contingencia que soy absolutamente ahora. Y ni importo. Volveré caminando por la ahora terrible ciudad que sabrá lo que estoy pensando y dejaré al caudal de ideas mezclarse con las sopaipillas y las bocinas que sabrán que ni las odio ni las quiero.

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tontas fotocopias

Cada vez que termino uno de estos aburridos resúmenes de fotocopias la doblo y la hecho en el cajón del olvido. No se merecen ningún respeto esos montones de papeles con fórmulas de proposiciones categóricas de lógica formal o divagaciones bonachonas acerca del lugar de Latinoamérica por los Octavio Paces y demaces escritores inofensivos. Con moquitos, ilegibles caligramas y una que otra mancha de café y comida, las arrugo y las meto debajo de las cosas que sí tomo en serio (este semestre por ejemplo Sartre y Hegel).

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Despierto y escribo un largo sueño. El computador siempre está prendido para estos casos. La tele no ofrece nada. Mejor asi. Con trescientos pesos a haber las opciones son quedarse acostado todo el día y avanzar con la cosa de lógica. Me gusta almorzar viendo cosas de animales, cualquier cosa en que salga un león echado o animales raros de las profundidades marinas, en mute eso si, pero antes ordeno todo, incluso limpio la cocina, cuando no hay coacción uno hace todo holgadamente y de buena gana. Busco el pase por enésima vez y nada, ya cagué, habrá que comprarlo otra vez. Me dispongo entonces a hacer tareas, me mentalizo, pero no alcanzo a avanzar un párrafo y ya estoy durmiendo encima de todo. Cuando despierte voy a tener aun más claridad para hacer esta cosa, me digo. Pero en vez de eso me pongo a ver a un viejo canoso muy raro que está en un programa de comparini en el trece cable. Puta que estai tartamudo, le dice a comparini. Se para. Se sienta. Tiene un bastón. Se parece mucho al viejo senil que siempre está en el Unimarc dando jugo.

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Soñé largo y detallado, y estaban los protagonistas de siempre. Estamos bajando de un departamento desconocido en el que al parecer vivo, o por lo menos las escaleras son las mismas de cuando vivía en un segundo piso en la calle Peña de Curicó, un tipo baja conmigo para abrirme la reja, de algún modo el edificio tiene la misma pana de acá que es que uno tiene que bajar a abrir manualmente y quizá he perdido las llaves, no sé, entonces le cuento la siguiente anécdota mientras bajamos -una anécdota también soñada, digo, que es parte del sueño, que ha sucedido de hecho en el sueño en el día anterior o en la foto anterior (no recuerdo ninguna vez que dentro de un mismo sueño haya sacado partes de éste para contarlas)-… pero al grano, la anécdota que le digo es: “ayer cuando me metí al ascensor quedé agachado, ese ascensor tiene algo raro saben, uno entra y queda agachado”. Suele pasar, me contesta el tipo. Y antes de llegar abajo, porque todavía vamos bajando por la escalera, viene subiendo un amigo del Julio de psicología, nos saludamos, le pregunto si vive aquí, que no, que viene de pasada no mas, ha ya, seguimos nuestros caminos, pero antes de llegar a la reja el Feli –que era, lo noto sólo en ese instante, uno de los que venia bajando- me dice: “se enojo y se fue, mira”. Y ahí la veía yo con su abrigo rojo caminando a paso fuerte rápido y le gritaba, pero seguía caminando fuerte y derecho. No te despediste de ella pos gueon, me explicaba Feli. Pero si estaba en la escalera me topé con un tipo por la chucha. Entonces saltaba la reja con agilidad onírica porque la guea seguía cerrá. Corría hasta alcanzarla. Nos sentábamos y mientras discutíamos una mujer negra de abrigo largo, sentada en la misma banca que nosotros, reía para adentro escuchando nuestra conversación, no burlándose sino agradecida de que no nos importara hablar delante de ella. Y ahí quedaba yo porque se paraba y tomaba una micro y yo al vuelo me subía –de nuevo con sospechosa agilidad onírica- y seguía el monólogo. Y pasaba asi harto rato. Entrábamos a unos negocios a no sé qué. Por poco termino rompiendo un vidrio. La compostura la perdí desde que salté la reja. Pero ella también hace lo suyo y desde el interior de un centro de llamadas se empeña en imitarme así: “soy Rodrigo, no sé saludar, no sé despedirme, soy tan raro” y repetía esto moviéndose con los brazos colgando como un gorila y con una coreografía muy idiota y divertida –divertida ahora que escribo, no en el sueño, porque creo que era por eso que me ponía a golpear la ventana hasta trizarlas-. Entonces notaba que estábamos en un barrio de mierda muy brígido y yo no tenía plata ni pase escolar (igual que en la realidad). Entonces alguien la llama al cel, deja que suene la música y mueve el culito –y me doy cuenta, en el sueño mismo, que es como la Drew Barrymore o la Cámeron Díaz cuando se burlan de alguien o bailan ridículamente (justamente antes de dormir las vi a cada una en una película distinta, por eso)- asi que le digo que la corte, que no sea tan alumbrá, que el barrio es flaite y le pueden robar el cel, y me dice mira esta es mi nueva amiga jipjopera, y veo la pantalla del cel y dice LA SIMPLE llamando, chucha el medio nombrecito le digo, y mientras habla por cel veo un taxi amarillo pasar lentamente por la calle, me fijo y es Travis, el conductor de taxis es Travis, el taxi driver, Robert De Niro, lo hago parar, le resumo mi situación, dice que me llevara hasta mi casa sólo si actúo COMO UN VERDADERO HOMBRE. Entonces me subo y me voy con él. En mi asiento hay un arma.

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flema

Como el papá que va a dejar a su hija a la tocata, le digo que no hable con extraños y no diga que anda sola. Cuando me voy yendo los pacos-robocop llegan como un bloque y se meten entremedio de unos treinta tipos que aun quedaban afuera y que seguramente no tenían entrada. Se arman miniescaramuzas y un paco agarra a un panki petizo. Lo pesca de la ropa y se lo lleva como el depredador se lleva su presa colgando de la boca. Un tipo va filmándolo todo de cerquita. Camino con él hasta la zapatilla mientras apunto con mi paragua a los pacos como si fuera un fusil, acto seguido se me acerca uno y bajo mi arma, sólo se ha puesto en frente mío, sin decir nada, “oli”, le digo, pero no me responde. Mientras tanto otro paco avanza hacia el camarógrafo amateur y le manotea la cámara. ¿Cómo no cachan que eso no se hace no más? ¿Es parte del procedimiento estándar manotear cámaras que están a cinco metros de la acción? Incluso la crítica más penca –interna a la institución misma- estaría de acuerdo en que eso no se hace. “Muy mal hecho”, le digo al paco que está a mi lado, abro mi paragua, y me voy.

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