“En todos los países del mundo sin ninguna excepción,
se concede tanto espacio a la criminalidad como
si se tratara de una novedad cada nuevo día”
(Michel Foucault)
¿Cuestionamos nosotros la jerarquización de información que se nos entrega en el noticiario o simplemente tomamos ese ordenamiento como si fuese el orden mismo del mundo?, ¿acaso nos preguntamos de qué sirve enterarnos de los pormenores de cierto accidente de tránsito, o de que un león se escapo de un zoológico, o saber el nombre de un tipo al cual lo han estafado 100 veces? Sin mayor preámbulo, mi perspectiva: Las noticias podrían perfectamente ser un compendio de datos duros bien distribuidos al servicio de la población y no la selectiva y cuidada producción espectacular de imágenes y formatos novedosos para incrementar el rating que tenemos hoy. Esto pues, a fin de cuentas, las limitaciones comprensivas y críticas de la ciudadanía radican precisamente en la adopción inconciente de esta lógica televisiva de la información que consiste en quedarse forzosamente en lo local, en el intimismo del detalle (musicalización, inflexiones de voz del periodista de turno, etc) que se vuelve universal durante los 30 segundos que dura la noticia. Y por si fuera poco, esta cuestión se hace pasar por servicio a la comunidad: si a alguien de mi familia le pasa algo no me interesa que la TV esté ahí para contármelo, en serio, prefiero que usen ese tiempo en hablar sobre la educación o la finitud de lo humano. Y es que el control de la información pasa por la apariencia de diversidad que generan los medios, y no notamos que, si no fuera por la necesidad (creada) de simpatizar con el televidente (o sea la necesidad estructural de considerarlo un mero consumidor de imágenes), quedaría bastante espacio para poner en juego esos datos duros y discutir, de modo que las relaciones mismas entre los datos pudieran irse volviendo, a su vez, datos cada vez más ricos en reflexividad, aportando así a la lucidez que se necesita para comprender las redes del poder, posibilitando que el ciudadano común y corriente incremente su capacidad de relacionar todos los ámbitos que se han naturalizado como separados para volverse un sujeto crítico que ya no padezca a la historia. En ese sentido entonces, sería razonable que dejaran de mostrarnos las imágenes del perrito que baila, de las infinitas formas de asaltar a alguien, de las distintas formas de vacacionar, de las distintas formas de amar, y que en vez de eso se nos diera una estadística al día con los lugares y los muertos; todo ese material extra tendría que estar en otro horario, o en la web del canal. Nada impide que las noticias sean un producto concreto y limpio, no neutral, porque la neutralidad no existe, pero sí NEUTRAL EN CUANTO A SU ESTÉTICA. La tecnología actual lo permite, pero no, los medios se vuelven fin en sí mismo, compiten por quién llega primero a la catástrofe o quién ornamenta mejor la información. En las artes el diagnostico general dice que ya no hay una gran finalidad, un gran sentido, y el fin ahora son los medios. Lo mismo el cine y la literatura: su propia historicidad, sus propios recursos representacionales, se vuelven insumos. Es el momento estético de la época, de manera que esta petición ética que le hacemos a los medios debería inscribirse en una pregunta mayor ¿Son responsables los medios de su estética y sólo les queda sumarse al estado representacional del mundo o estamos en posición de exigir legítimamente que corten su leseo espectacular?
Pensemos esta exigencia, por de pronto, en relación a la televisión estatal y sus noticiarios, ¿no deberían estar, como mínimo, orientados hacia la formación de ciudadanos capaces de comprender los vaivenes de su propia cultura? ¿No deberían, en vez de entregarnos un colorido e impactante abanico de desgracias y anécdotas, darnos herramientas para familiarizarnos con las problemáticas del mundo? El llanto desconsolado de una madre ante el cuerpo de su hijo se vuelve la noticia en sí, la cámara hace un zoom, comienza una penosa música, el periodista se acerca y le pregunta cómo se siente ¿Es necesario? ¿Aprendemos así algo nuevo sobre quienes manejan ebrios y atropellan a un ser que, obviamente, tendrá seres queridos que lo llorarán? ¿Qué se creen estos ingeniosillos, estos piadosos? ¿Qué argumentos los respaldan? ¿Sólo a mí me hierve la sangre y siento que nuestra realidad se va pareciendo cada día más a la de los Simpsons?
No, no sólo a mi me hierve la sangre, a Pierre Bourdieu (en su libro de 1996, Sobre la televisión) también: “Los sucesos, ya lo he dicho, tienen el efecto de crear un vacío político, de despolitizar o de reducir la vida del mundo a la anécdota o al cotilleo (que puede ser nacional o planetario, con la vida de las estrellas o de las familias reales), al fijar y mantener la atención en unos acontecimientos carentes de consecuencias políticas, que se dramatizan para «extraer la lección pertinente» o para transformarlos en «problemas de sociedad»”.
Entonces lo mínimo que podríamos exigir es que la corten con eso de la objetividad, pues en la práctica son todo lo contrario: su propio tejido, su propia estructura, son totalmente intencionales. La responsabilidad de ello puede traspasarse infinitamente hasta culminar en el típico naturalismo que afirma que “así está el mundo, qué se le va a hacer”. Conocemos la popularidad de tal actitud, sabemos que el goce del conformismo es uno de los goces más seguros (y pobre), y por eso es que les pedimos su apuesta, sus cartas sobre la mesa, es decir, que si van a hacerlo, si van a sumarse al estado estético (o representacional) del mundo, por lo menos nos digan porqué se sienten en ese derecho, cuál es su misión específica.
Podrían, por ejemplo, partir respondiéndonos preguntas tales como: ¿Por qué deberíamos saber qué tendencias vienen en la moda?, ¿Tengo que saber que tal o cual futbolista tiene un hermano que vende drogas? ¿Tenemos que informarnos necesariamente de que tres adolescentes mataron a golpes a otro tipo? ¿Tiene que durar tanto cada noticia? Y la más importante, ¿Tiene que ser todo una mercancía, aunque con ello se desvirtúe la función original y vital de la información?
Bourdieu dice estar “Contra las teorías conspirativas que dicen que se nos domina concientemente a través de los medios” y a favor de “una teoría de dominación de hecho, inconciente, estructural y mucho más efectiva que esa supuesta dominación orwelliana.” Tal postura resume perfectamente lo que hemos querido decir aquí. Ahora, si queremos exigir respuestas bien podemos esperar sentados o poner en marcha una crítica constante y consistente, porque ellos no nos darán las consecuencias (planeadas o nó) de esa estética, no nos dirán que al ciudadano se le toma por alguien que debe ser continuamente sensibilizado y, en consecuencia, moralizado y socializado en pos de conseguir ciudadanos confiables y productivos para un sistema económico específico. Alguien debe empujar a los medios hacia ese barranco, porque no es que la tele nos mienta, es peor: es el cuerpo mismo el que está estéticamente infectado.