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Archive for agosto 2013

“Desdén por las buenas maneras enseñadas y aprendidas. Conservo sólo lo básico, una ruda, tosca cortesía que me hacía pasar a veces por provinciano”. (Gonzalo Millán, Veneno de escorpión)

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Ayer, ante las puertas abriéndose del metro grecia, me fui a acomodar los lentes y se me cayeron por ese espacio entre el carro y el andén. Específicamente: llevé la mano hacia el pelo y el meñique levantó el borde del lente que empezó a caer, al principio solo al suelo delante de mí y luego, cuando al tratar de tomarlos los empuje hacia adelante, hacia el carro. Quedé ahí parado ante las puertas, buscando alguna mirada cómplice. Atrás, sentada, una profesora de lenguaje había visto todo y reía, no a carcajadas, sino con compasión cómica. No había nadie más en el andén. Me senté a su lado, como si el absurdo nos uniera. Estaba leyendo Ken Follet y su manera de excusarse rápidamente me hizo gracia: «En el metro leo lo que se supone que una señora lea en el metro», me dijo. Hablamos un rato. Le dije que lo que había visto era un buen resumen de mí mismo. Al otro día recupere los lentes con el guardia.

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“Vivo poco, así el día me cabe en el diario”. (CB)

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“Deslizarse por la superficie adecuada, patinar por el satén sin ambiciones por persistir. Sin deseos de quedarse en alguna parte. Pasar, ir pasando de esto a lo otro. Pasar sin pasar a llevar, sólo rasguñando el hielo (de la página)”. (Gonzalo Millán, Veneno de escorpión)

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Conozco a 3 perros que se llaman Bruno y que no tienen nada que ver entre sí. También tengo un amigo llamado así.

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«Tu corazón se tiró un peo». (C)

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Una idiotez. Anoté montones de tópicos, días, situaciones, la primera frase, la primera línea, como lo hago siempre, para rellenar después. Pero borré casi todo: pasó mucho tiempo, perdió sentido escribir retroactivamente. Situaciones que no tienen ni foto, ni texto. Sensación hueona de que lo no tiene registro no existe. Y tan monje que se cree uno a veces, pero el aparataje representacional que tiene es el mismo que el de Cañulef. ¿Por qué me repugna tanto Cañulef? Últimamente no tengo ganas de explicar nada; ni a mí mismo. Me basta con los desarrollo teóricos hastiantes de la tesis. Y con la correspondencia con F. En cualquier caso, lo único interesante de escribir retroactivamente son los sucesos más o menos fuera de lo común. Y últimamente las cosas por acá anda militando en lo común.

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“Cuando un ser humano, quienquiera que sea y en no importa qué circunstancias, me habla sin brutalidad, no puedo evitar la impresión de que debe haber un error y que, sin duda, ese error va desgraciadamente a disiparse”. (Simone Weil)

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“Toda conversación general en la que estoy obligado a asistir (si no a participar) me desuella, me deja aterido, me parece que el lenguaje de los otros, del que estoy excluido, esos otros lo sobreemplean irrisoriamente; afirman, contestan, presumen, alardean. ¿Qué tengo que ver con Portugal, el cariño a los perros o el último Petit Rapporteur? Vivo el mundo –el otro mundo- como una histeria generalizada”. (Roland Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso)

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Tres momentos de lo policial: 1) Genealógico-mítico: el origen desplazado y (convenientemente) deshistorizado, el nacimiento de la violencia bien vista, la naturalización de la separación entre violencia legítima e ilegitima. 2) Histórico-político: el para-sí, la construcción y evolución del reglamento interno, la alianza con el modo de producción de turno, con la dictadura o la democracia de turno, la defensa de una economía especifica, la creación de un discurso y una legitimidad y 3) Cívico-polémico: para-nosotros, represión, contención, eventualmente tortura, biopolÍtica, administración de las fuerzas sociales, la continuidad de la excepción, la estructura del abuso que, en último término, siempre sirve para “mejorar nuestra policía”.
Hoy, si es que se discute lo policial, no se pasa de éste último nivel. Con suerte, gracias a ciertas torpezas ejemplares (llámese Ley Hinzpeter), o a los 40 años del golpe y el infinito excedente de memoria que van soltando con cuentagotas, se dan ciertos pasos hacia el momento histórico-político… pero se cae demasiado rápido a lo contingente, a lo que urge, y lo policial queda intacto. Es un espacio medio sagrado y medio borrado. Desarrollar.

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Libros terminados en Junio-Julio. El discurso vacío, Mario Levrero; El mapa y el territorio, Houllebecq; La literatura y el mal, Bataille; Sobre la revolución, Hannah Arendt; La vida con Mr. Dangerous, Las tres paradojas y Madre, vuelve a casa de Paul Hornschemeier; Introducción a la guerra civil, Tiqqun; Dublinesca, Vila-Matas; Porque no saben lo que hacen, Zizek; Benito Cereno, Melville; De la desobediencia civil, Thoureau; Millenium, Hakim Bey; Fragmentos de un discurso amoroso, Barthes. Sándwiches de realidad, Allen Ginsberg.

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Nunca se termina de leer no tanto porque nunca se termine nada sino porque siempre se está empezando. Dejar de empezar entonces (lo que no significa necesariamente parar de adquirir libros)

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EXTRACTO DE MAIL A M:

Curicó, Sábado, mañanita. Miro a Roxana Miranda en un programa de debates de CNN Chile. «Mientras Matthei anda en su peluquería nosotros estamos en esto», dice, a la vez que muestra un libro gordo y gigante como el de La historia sin fin. Meneo la cabeza: las mejores voluntades pero los mismos ticks de siempre. Esta Roxana Miranda es esa que antes era de los deudores habitacionales te acordai?. Teniai una amiga poeta que se llamaba así mismo parece. En fin, «aquí -y apunta a su libro- la gente común y corriente está escribiendo la nueva constitución, no importa si es con falta de ortografía», agrega orgullosa. No me deja de parecer bonito. Pero igual, contra todas las cosas antiespectáculo que opino siempre, le haría un arreglo en el pelo a esta señora.

Todos siguen acostados aquí. Vine por el fin de semana, como siempre. Me queda algo así como 2 meses para acabar con la tesis y luego viene todo lo otro, todo lo otro ante lo cual nunca he tenido mucha claridad. Lo seguro es que el futuro llega; en mi caso, tarde, pero llega. En Diciembre me cambio con Ch y F. C, con quien vivo (¿te había dicho?), quizá también se vaya con nosotros. Me gusta mucho Ñuñoa. He llegado a querer a un gato de la zona que parece que ya es de la casa. A veces, cuando hace mucho frio o llueve, me toca la ventana y dormimos juntos (…)

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EXTRACTOS DE MAILS CON F, IDA:

10/05/2013
No se puede no hablar en serio de las mujeres. Sobre todo porque siempre me ha dado la impresión de que ellas creen que uno habla puras mierdas. Y no. Al final uno comenta las relaciones propias y de los otros por los mismos motivos que ve las películas de Rohmer: las reflexiones éticas y estéticas sobre el amor, la conquista, la seducción, el poder, las inseguridades, etc. Y bueno, tratar de solucionar las cosas también, casi siempre dejándose llevar por esa ilusión que hace que desde afuera de las relaciones todo se ve solucionable (…) En esos casos, lo ideal sería decirlo todo de golpe y al mismo tiempo. Pero como eso no pasa nunca, las parejas empiezan a quererse ahí no más, en lo que hay, en la intemperie, en esa intersección de las omisiones del verdadero porcentaje, de la verdadera entrega de cada uno; y a veces funciona (y las parejas se mienten, bellamente, y se dicen que se amaron de ese modo desde siempre). Quizá todo sería más simple si la gente estuviera dispuesta a ser querida un poco no más, solo un poco. ¿Por qué no asumir los amores chiquititos como corresponde? Porque siempre es desigual, porque nunca se topan dos porcentajes exactos de deseo.

La gordura y la fealdad propia: una estupidez. Al final la mayor parte del tiempo uno asume la banalidad de todo, de todas las maneras de representarse. La banalidad pero también la utilidad, que al final son la misma cosa. Pensarse abuelo, pensarse muerto; eso es lo que hace uno. Eso lo nivela todo. Si me pongo nervioso, me pienso muerto, y se acabó el problema. Pero se supone que no se puede vivir así, que la vida requiere cierto ímpetu, que con suerte algunos santos pudieron disminuirse y aun así permanecer vivos, pero yo no creo en eso, y en cambio creo firmemente en que no tiene porque ser una empresa solitaria y, con algo de suerte, uno puede juntarse con los otros a desaparecer. De eso va el tercer punto de mi tercer capítulo de la tesis (Desaparecer: el amor, la amistad y lo impersonal), que en resumen no dice más que esto: nunca nos importó ser un yo, solo vivimos gracias a todo lo que pasaba entremedio. La media novedad no? Aunque igual hay ciertos días en que uno sí quiere dejar cierta impresión y las representaciones de unos y otros no se ajustan y se siente mal y luego, siempre, menos mal, uno goza con los fracasos estructurales del yo. Uno, es decir, nosotros. Nosotros, es decir, ni tú ni yo.

28/05/13
Cuesta comer fruta en invierno, muy heladas, muy fome, muy nada que ver. El invierno requiere aceite y cosas que echen humo. Aunque igual todavía no es invierno.

Me fui a acostar y te escribo esto en la parte trasera del libro de Levrero. La letra se vuelve una mierda si no se ejercita (justo este libro, que es un diario, se trata de eso, de el viejo Levrero tratando de escribir vacíamente, atendiendo solo a mejorar la caligrafía, pero no le resulta, se pone a hablar de puras hueás, del perro, del gato, de cómo lo interrumpen en la casa, y termina siendo, como siempre, una escritura en que uno termina riéndose). La lluvia se desata a ratos y luego desaparece; no da para aguacero sostenido. Según yo, antes las cosas no eran así: si llovía, llovía una semana de corrido y no paraba nunca.

03/06/13
(…)
Retomo esto. No sé por qué lo último que he escrito es que han estado extraños los días. No entiendo si el párrafo anterior ya lo mandé o es parte de un mail que aun no mando; lo cierto es que está ahí hace más de una semana, a la espera de alguna continuación. Y da lo mismo, en todo caso. Hay unas líneas punteadas bien molestas que no sé cómo aparecieron. No se dejan eliminar, trato de moverlas, voy línea por línea, párrafo por párrafo, página por página, empujándolas, echándolas para abajo, pero luego vuelven a aparecer entremedio de todo, triunfantes y ridículas. También da lo mismo. Nisiquiera tengo muchas ganas de escribir ahora: El malhumor de haber perdido parte del fin de semana (el sábado lo perdí durmiendo y vomitando en tu casa) y también las molestas ocupaciones de casa que no sé si son una manera indirecta de no hacerme cargo de la tesis. Hoy día al menos arreglamos el enchufe que hacía cortocircuito (el gato estuvo a punto de morir un par de veces) y la montonera de cables desde el pasillo hasta la mesa desapareció y se ve todo más limpio. Iré escribiendo párrafos chicos, como éste. Uno por día, para no perder la costumbre por último (…)

La facilidad para escribir aquí no se compara en nada a mi relación con la tesis. Debería usar esto a manera de trote, de precalentamiento para la tesis. Aquí una cosa lleva a la otra con la naturalidad que a uno le gustaría fluyera el mundo. Por ejemplo puedo decir, a pito de nada, que hace más frio que las rechuchas, que hoy pienso estar acostado ojalá antes de las 10, que estoy en el tercer café del día (de ahora para adelante, solo tés), que he avanzado unas 3 planas de tesis entre ayer y hoy, y que C parece islámica con el pañuelo cubriéndole casi toda la cabeza.

21/06/13
(…)
Gané: eliminé completamente esas cagadas de líneas punteadas. Googlié y había una solución simple: marcar los párrafos alrededor de la falla y, en la sección párrafo del word, en el último ícono a la derecha, marcar sin borde. En el fondo, amigo, espero que ésta sea el intercambio definitivo, el que termine con los dos muertos; no a la vez, obvio, porque sería muy raro que muriéramos al mismo tiempo. Se entiende lo que quiero decir. Ahora ya perdí como media hora en todo esto, pero igual estaba entrampado en un párrafo y esto es como trotar. Sigo luego, o mañana.

Ahora es otro día, el día en que Fontaine se despidió oficialmente del CEP. El viejito que presentaba las conferencias, que dice haberlo conocido a los 17 años, se puso a llorar cuando leyó la despedida. Fue bonito igual. Tuve que evitar mirarlo porque mirar a un abuelo llorar da pena. Ch no pudo apartar la vista y, cual medusa de la pena, se le cayeron unas lágrimas. Decente la exposición de Marx también. Pero solo decente. Fontaine es un buen liberal; no como ese sacodehueas de Ottone. De vuelta Bt me llama y me avisa que es el cumple de Bz. En una de esas vamos el sábado con Ch, quien vendrá por todo el fin de semana, de Viernes a Domingo. La idea me pone feliz, con esa felicidad de cuando chico ver a los amigos y jugar, jugar a la tesis, jugar a salir a correr, aunque en una de esas también trae el PS3.

¿Comete uno un error al apaciguarse antes de encontrar la solución? ¿Se puede ser feliz antes de habérselo ganado? Todos, en mayor o menor medida, nos hacemos esa pregunta. Todos, en gran medida, adivinamos la balanza que tiene el otro para esto. Los sistemas de culpa y la amistad. Los sistemas de culpa y la felicidad. Siento que, ahora sí que sí, es nuestro año, partiendo del próximo año, cuando nos cambiemos. De aquí a diciembre es el prologo. Espero en serio que todo resulte. Lo hablamos siempre con Ch de vuelta del CEP.

15/07/13
Llegando de donde Br. Fumamos y nos mandamos los dos últimos capítulos del siglo del yo, una serie a lo Zeitgeist pero centrada en la alianza psicoanálisis-publicidad-relacionespúblicas-espectáculo-capitalismo. El pobre de Freud, el pobre de Reich, sus hijos, sus nietos, sus discípulos, esposas, todos convencidos y bienintencionados diluidores de las posibles intuiciones revolucionarias de sus mentores. Buena pero quizá demasiado introductoria, como para primer año de u. Me vine caminando. Unas calles tan solas, un barro, un frio… y los perros más enojados del mundo. Estaba escribiéndolo aquí pero tuve que twittearlo: “Hoy los perros enojados de la noche me recordaron cuando era chico y volvía a la casa con piedras, hubieran o no perros enojados”. No eran de esos que uno cacha que son juguetones y te ladran como arrancando, o meneando la cola. Estos venían de frente y se acercaban cada vez más, en una mala onda evidente y creciente. Solo cuando crucé a la calle de en frente y revoleé un camote por los aires desistieron. Nadie me vio.

(…)

Otro día. Muchos días después del párrafo anterior. Escribir aquí es más simple que en mi diario, pero aun así es algo que no está ocurriendo todos los días. La época en que escribía todos los días es reciente y en cualquier momento vuelve a ocurrir. Recién fumé y vi una película muy aburrida de Wong Kar-wai (antes escribí que venía sin nada porque esto es solo hoja). Me tomé una sopa para uno de espárragos. Me di cuenta, quizá de puro enmarihuaneado, que en realidad nunca me había gustado ninguna sopa, que siempre me gustaron más los colores, la textura, la inmediatez, el humo que en invierno se ve mejor. Es raro cómo uno se da cuenta de cosas sin importancia de maneras definitivas. En fin, salvo la de champiñones, creo que ninguna sopa merece la pena. Además, son pura sal.

Y de eso puedo hablar: de sopas. Estos días, desde que llegué de Curicó, he estado bañándome solo luego de correr, es decir, cada dos o tres días. Salimos a correr con C, me sirve porque los 20 minutos iniciales que voy con ella me dan un ritmo introductorio que no me sé dar solo. Hoy corrí 50 y quería más. Creo que la verdad del running está en punto medio entre lo que dice el cuerpo y lo que dice Ch. Y la verdad del mundo, también, quizá. Y leo los fragmentos de un discurso amoroso de Barthes que usaré para este capítulo, hago almuerzo, lo de siempre. A veces agarro al gato y lo abrazo. Lo pongo encima, le toco la cara, ahí en ese punto en que uno los ve que ellos mismos se refriegan contra los bordes de los muebles y demaces. C me dice que a veces me envidia por poder hacer todo lo que quiero cuando quiero hacerlo, le digo que tampoco es tan así.

22/07/13
La novela está ahí tirada. Se retoma cada dos meses o algo así. Se retoma, es decir, se lee de cabo a rabo, se reescribe, se le borran cosas, y se la agrega al final, como mucho, una o dos páginas. Voy en la parte en que no sé si hacer que se trate de amor o de algo más extraño. Yo cacho que voy a hacer que todo termine en una empresa de completadores de novelas para Bartlebys. Debería mandarte lo que llevo, y a Ch también. El domingo pasado aquí Ch me dijo en tono muy serio: “amigo, ¿qué cree usted que va a ser lo primero que voy a leer apenas termine mi tesis?”. Le dije que no sabía. “Su tesis”, respondió.

01/08/13
Otra menudencia: como solo puedo ver la mitad de arriba de mi pantalla del cel no puedo devolver mensajes de textos, ni digitar números nuevos, ni ver los últimos dos mensajes de texto recibidos. Tengo que esperar que lleguen más mensajes para que bajen y queden en la parte buena de la pantalla, así que recién hoy, gracias a tus últimos dos mensajes (que no puedo ver aún) vi un mensaje que C me mandó hace dos días (Plaza de armas. Una paloma acaba de chocar con mi cabeza. Camila en la ciudad).

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EXTRACTOS DE MAILS CON F, VUELTA:

Hoy entregué la tesis. –Mira que se ve lindo con corbata, no te reconocí, me dijo Judith Bell, la coordinadora académica. Esas salas de la universidad. Con sus computadores Compaq o Acer del año 95, con sus profesionales académicos que mueven el mouse de una manera muy lenta, lenta como toda la arquitectura de la universidad polvorienta. Me dijo que eligiera qué profesor me evaluara, que eligiera dos. Le dije: “cualquiera”. Creo que esto ya te lo dije. Estoy confundido.

(…)

Acabo de salir a comprarme una empanada al paseo Bulnes. Frente a la librería Gonzalo Rojas. Antes de eso pasé a preguntar ridículamente al McDonald y al Burger King por una promoción que había desaparecido hace muchísimo. En ambas partes se rieron de mí. La promoción consistía en que si uno cargaba su tarjeta BIP con dos mil pesos, a uno le daban una hamburguesa y una papa frita extra gratis. Y en el fondo nunca quise comer, nunca tuve hambre, solo fui porque quería hacer algo solo, porque ese es en el fondo el tema de mis temas.

Luego de eso se me ocurrió hacer otra cosa: comprarme la historia de la sexualidad, de Foucault. Pero las librerías ya estaban cerradas. Y fue una idea loca. También pensé en comprarme una novela rarita, de algún japonés o japonesita, que no fuese murakami, de una tal Banana Yoshimoto que la Neko siempre me la ha recomendado, o de alguna china o coreana. Algún libro simpático.

Pero no. Me dio por Foucault. Me dio por la Historia de la Sexualidad. No importa, si total, fracase igual en ese proyecto. Es que me vi leyendo un libro original. A todo esto, comenzaré campaña profunda de recuperación de mi capital de libros. No tengo ningún cálculo de qué libros tengo. El otro día, en la pieza de Bt. (porque fuimos donde la Bt.), vi mi libro de Zizek. Entonces me acorde cuando era tan perspicaz en cuanto a indagar teorías estéticas de donde fuese. Y ahora, yazco en un mar de papeles, de libros, decretos, leyes, contratos, facturas, cuentas, deudas.

(…)

El bar se llamaba La Playa, y cuando EVM escribió el Paris no se Acaba Nunca dijo que había pasado el año nuevo del año 2000 allí, solo, y que en la barra, mientras todos los juegos artificiales sonaban, le dijo a un caballero borracho “yo fui francés, y soy Charles Baudelaire muerto”. En ese Bar La Playa estaba yo. En ese bar, además, Jorge Edwards había tomado mucho pisco indagando sobre su tío, mucho más genio que él, que se llama Joaquín Edwards Bello. En ese bar estaba con mm

(…)
Hoy paso algo que puede ser considerado un suceso elegante. Me invitaron a jugar futbol un grupo de humor, que sale en un programa de TV, que se llama Fusión Humor. Estaremos atentos para ver en qué lugar es el partido.

(…)

Leí esas dos páginas del libro de cartas de Auster y Coetzee. También voy en la 120 de El mapa y el territorio (mapas Michelin), en la 160 de La broma, en la 60 de un libro de Gabriel Salazar, en la 40 de un libro sobre el erotismo de Bataille (bastante fome). Y hoy me acabo de comprar Defender la sociedad, de Foucault, en $15.000. Lo leeré (ya empecé a leerlo hoy mismo) porque calculo que defenderé mi tesis a fines de agosto, y como estos libros de Foucault son clases, la lectura es simple, amena (pero no por eso menos interesante teóricamente).

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Lago LLeu-lleu, Felipe Lefever (12/05/08)

Iba a rescatar de los anales
todos los bailes de los pinos,
la inutilidad sublime de los animales y
de mí, de la triste manera
de caminar de mi tío,
el canto enfermo de las aves en el
cielo comprado y, sin embargo,
preferí la contemplación quieta,
el instante sin nombre que los
ridículos llaman poético.

Iba a rescatar los recuerdos
contaminados de su repetición urbana.
pero preferí el ocio y dejar la urbe
caducando.
Iba a trascender y preferí la inmanencia o
el árbol que juega con
el tiempo soñando conmigo,
que prepara hoy
su disolución
entre este viento norte
que no merece viajar hasta
el centro del país.

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(24/07/07)
Íbamos hablando-caminando por ahí por el paseo ahumada y aparece un tumulto de gente en una esquina. Se oyen gritos y ruido. Hay un camión de basura y unos cinco pacos y un número considerable de ambulantes que los tienen cercados. Los pacos tienen de rehén a un ambulante y los locos les tiran basura botellas de todo. Nos acercamos harto, más de lo que las mamas y la tele recomiendan. Estamos a dos metros de los pacos, inspeccionando sus caras nerviosas, cuando de pronto los ambulantes agarran tres contenedores de basura que estaban amarrados así como una muralla y los empujan hacia los pacos y uno gordo se cae tontamente. Al lado nuestro un viejo mirón que al parecer viene de su aburrido trabajo. Se entusiasma y le tira una botella chica a un paco, tímidamente, y se esconde ahí tras el quiosco, vestido de oficinista, nos mira pidiendo aprobación, está totalmente seguro de que tendrá nuestra aprobación, se la damos con un movimiento de cabeza y se va, y nos da mucha, mucha, mucha risa. La cosa sigue largo rato, los pacos finalmente ganan y nos sentimos satisfechos por el acontecimiento que la ciudad nos brinda.

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Vamos con C a casa de su amiga Pa: Chocolate caliente y gente que no conozco. Al bajarnos del metro nos topamos con la finalización de Colo-Colo-Rangers. C teme. La clave es mezclarse, le digo. Así que nos incorporamos a la familia colocolina (literalmente, habían muchas familias). Ya en el lugar, empiezo a pensar que ya no sé relacionarme con extraños, que estos meses de aislamiento han hecho lo suyo, pero al igual que el miedo de C a los colocolinos, son puros prejuicios, y terminamos riéndonos.

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«Sentimiento razonable: todo se arregla –pero nada dura. Sentimiento amoroso: nada se arregla –y sin embargo dura». (R. Barthes)

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Nunca me había aprendido una canción de memoria (Just friends en la versión de Chet Baker).

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