Salimos en caravana desde Curicó a San Fernando. Unos 15 buses, micros, minibuses. En las curvas de la carretera consigo ver la extensión total de las micros, los colores, los lienzos, y me gusta. Los pacos nos paran en el camino unas cuantas veces. Nos escoltan a todos. Nuestro bus es mayormente familiar, hace un calor de mierda y voy con mi papá al lado que se duerme un poco y mira por la ventana, sucesivamente, nadie va tomando, hay unos viejos chistosos que no paran de gritar, los marginales van en otros buses, haciéndolos rebotar, saltando, tomando y esas cosas. Llegamos al estadio y nos acomodamos, empieza el partido y sólo San Luis de Quillota pareciera estar jugando a algo, en el entretiempo mi papá me pide que le vaya a comprar una empanada, lo hago y cuando trato de salir unos hinchas de Quillota me tapan la pasada, así como en los bullyng que muestran en las películas gringas, exactamente igual, el mismo circulo que vemos en los Simpsons con Nelson, Yimbo, y Kearney, sólo que con gueones más feos y flaites, y yo seguramente como una especie de Milhouse, los miro y río, en situaciones así sólo sé hacer eso, les digo que me dejen pasar, ¿han viso a Woody Allen cuando le quieren pegar?, así me pongo a hablarles como si sirviera de algo, entonces paf!, aparece un aletazo, no un combo sino un aletazo con la mano abierta en la cara, y acto seguido un paco a caballo que los corretea. Camino con mis empanadas sintiéndome como pelotudo. Debería haber puesto algún combo, si me hubieran puesto fianza me habría envalentonado, pero me salvó un paco a caballo. Actuar razonablemente no me hizo sentir muy bien. Y lo otro que pensé fue que parece que hay ciertas claves en las rencillas de ese tipo, claves que por cierto yo desconozco, por ejemplo, quizá no sea casual el hecho de que me hayan puesto un aletazo y no un combo como dios manda, un combo se lo merece alguien que les responda en su lenguaje, y yo, riéndome, sin reaccionar como ellos lo esperaban, me merecía un aletazo no más. Le cuento a mi papá, le paso su empanada, me duele la cara, le cuento y no me dice mucho, no me dice lo que espero, ¿esperaba, como el niño que se raspa las rodillas jugando, que me dijera pobrecito? Esperaba alguna especie de susto de su parte. Aunque quizá sea que le mostré que no me había pasado nada en realidad. Quizá los papás son así no más. Entran los equipos a la cancha, Curicó insinúa pero no convence. Llega entonces el primer gol de Quillota, la desesperación hace que nos expulsen a Armoa, luego Vásquez comete penal y todo se va a la mierda, dos a cero y Quillota sube a primera, como sobrevivientes en el mar que para salvarse deben hundir al otro, somos el muerto que sirve de flotador, un muerto que se ha muerto por sí mismo no más, un muerto que tiene toda la culpa de su muerte. De pronto, en el colmo del romanticismo hinchístico, un gueón se pone a cantar sólo, nos insta a apoyar a al equipo, mientras todos le gritan a Marcoleta: ¡ratón!, ¡por tu culpa!, etc. Yo no digo nada. Absolutamente nada. Mi papá se saca los audiófonos en un gesto rabioso. Dejo de mirar. Meto la cabeza entre las piernas. Me tomo la cabeza. Aprieto. Después miro. Pura desesperación. La defensa hace agua. Tengo rabia. Una sensación indescriptible. Ese saber que podría haber sido de otro modo, que objetivamente estaba el material. Hago como que no estoy esperando el milagro, con el balón en el aire, los centros desesperados en los últimos minutos, una guea horrible, termina el partido y, por supuesto, queda la cagada, los jugadores de Quillota empiezan a celebrar y, como ocurriera cuando Melipilla ascendió en La Granja, a los Marginales no les parece y saltan las rejas y comienza la batalla campal, las patadas voladoras, la confusión, pacos totalmente sobrepasados derechamente arrancando, muy pocos pacos, jugadores contra peloteros, hinchas contra jugadores, jugadores contra jugadores, y quizá algunas otras combinaciones que no alcancé a ver. Y cuando salimos las micros no están. Todo mal. Deambulamos por calles desconocidas. Como que la cosa está más calmada. Aparecen las micros y partimos. Uno de los viejos chistosos que se había quedado rezagado se sube y nos dice: “¿Esta es la micro a segunda división?.
¿esta es la micro a segunda división?
7 diciembre, 2009 por Rodrigo Curicó
Publicado en inmanencia | 6 comentarios
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si fuese este escrito menos personalizado estaria perfectamente nominado a esa clase de columnas de los dias lunes que el tio marco antonio de la parra escribe en la segunda. creo que seria util un psicoanalisis de marcoleta, el tecnico de curico, que me parece una mezcla de gay casi abueli y de mormon, muy rara mezcla.
Sipo,
además de lo que dice felipe, estay muy pelotudo pa que tu viejo sienta lástima porque un hincha de quillota te haya dado un charchazo.
Debiste haber ido a pegar una patada al aire en el piño, y con la mala cuea, puede que hasta te haya llevado el mismo paco a caballo que te salvó de una.-
jajajaja, buena albert. es que sí pos: soy una especie de julio en cuanto a defensa personal, sólo que siempre que fantaseo con mi participación en esos momentos soy yakichan o el hombre araña y les pego a todos.
Había leído chin chan en vez de jackie chan, jajajaja, en una de esas le aforras.
Fantástico.
Gracias pollo.
Volví a leer esto 8 años después. Siempre es un gusto leerte. un beso.